Ciclón Chacón
La primera vez que coincidí con Carme Chacón fue en una de las tertulias de María Teresa Campos en la que, a la sazón, yo también participaba. No se me olvidará nunca la impresión que me causó la futura ministra porque me dije: «Ésta es un lince y lo único que sucede es que se finge tonta de capirote». Reconozco humildemente que necesité casi un mes para comprender que no había estado precisamente acertado en el símil felino. ¿Qué quieren que les diga? No creo que nadie se sorprenda si aseguro que yerro con frecuencia. Sí he de señalar que hago lo posible por no tropezar dos veces en la misma piedra. Por eso, a medida que Carme Chacón iba escalando posiciones dentro del partido me fui temiendo lo peor. No se trataba únicamente de que se definiera como catalanista y pacifista, sino de que contaba con dos apoyos suficientes para perder el sueño. El primero es el de su esposo, que controla uno de los conglomerados mediáticos de esta nación, no escorado sino enquistado en esa nueva izquierda zapateril que Juan Luis Cebrián, antiguo chico del sector más azul del franquismo, calificó de visitadores de La Moncloa. El segundo, por supuesto, es el propio ZP, que le profesa un afecto especial que yo, sinceramente, comprendo. A lo primero, seguramente, debemos que la ministra vaya acompañada de una pléyade de fotógrafos, asesores de imagen y estilistas que no le impidieron disfrazarse de oso panda en una festividad militar, pero que -me temo- le han aconsejado que no convoque una sola rueda de prensa porque si alguien tiene dudas sobre su valía, seguramente verían cómo se disipaban al cabo de un par de minutos. A lo segundo, que se haya convertido en ministra de Defensa por eso de que una embarazada de cuota es lo único que le faltaba a ZP para dejar claro que hace lo que le sale de las cejas. Teniendo en cuenta que los antecesores de la Chacón en el cargo han sido un verdadero desastre, la ministra lo tenía relativamente fácil, si no para hacerlo bien, al menos para no caer en el ridículo. Pues ni por ésas. Lo suyo es actuar como un ciclón, que lo mismo provoca la ira de nuestros aliados por la manera estropajosa en que salimos de Kosovo, que se carga una bandera de la Legión con la misma ligereza con que se le cambia las vestimentas a una Barbie. Todo eso por no contar la situación en que se encuentran nuestras tropas en Afganistán, que es para provocar la dimisión fulminante de cualquier ministro de Defensa que ame de verdad las Fuerzas armadas. Lo último del Ciclón Chacón ha sido su rampante incompetencia para gestionar un caso de gripe en un acuartelamiento. Tal y como se van desarrollando las cosas con contagios externos y peligro para niños, lo suyo sería que la señora Chacón dimitiera que, seguramente, no faltarán sitios donde ubicarla. No lo esperen ustedes. Al final, como suele ser costumbre, le acabarán echando el muerto -esperemos que en sentido figurado- a algún militar, y los que han dicho algo de la ministra que nunca va a una rueda de prensa, que se preparen para recibir los embates de los medios conyugales. Resulta tópico decirlo, pero es inevitable: pocas veces ha caído esta nación tan bajo con un ministro.
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