Cantos de ciegos
Hacía treinta años que había terminado la guerra civil y aquellos hombres actuaban como si estuvieran pendientes de ganar los últimos frentes. Como centinelas de su propia intimidad, aguzaban el oído si había dos obreros que hablaban de la situación del campo, y enseguida daban la voz de alerta, creyendo que estaban rodeados de rojos. En los trabajos bastaba que alguien cuestionara las bases de los jornales para que el dueño lo señalara como a un peligroso, y la frase «ése es un comunista» se le aplicaba al que osara leer y pensar más allá de donde marcaban los que querían conservar España en el formol de la dictadura. Los chavales que teníamos la historia de la guerra como una aventura más de «Hazañas bélicas» a lo español, no sabíamos a qué venían aquellos cantos de banderas victoriosas y aquellos gritos que mezclaban a Dios con un militar y señalaban el camino de la salvación entre un ojo dentro de un triángulo isósceles y la mirilla de un máuser.
Hacía treinta años que había terminado la guerra civil y aquellos hombres actuaban como si estuvieran pendientes de ganar los últimos frentes. Como centinelas de su propia intimidad, aguzaban el oído si había dos obreros que hablaban de la situación del campo, y enseguida daban la voz de alerta, creyendo que estaban rodeados de rojos. En los trabajos bastaba que alguien cuestionara las bases de los jornales para que el dueño lo señalara como a un peligroso, y la frase «ése es un comunista» se le aplicaba al que osara leer y pensar más allá de donde marcaban los que querían conservar España en el formol de la dictadura. Los chavales que teníamos la historia de la guerra como una aventura más de «Hazañas bélicas» a lo español, no sabíamos a qué venían aquellos cantos de banderas victoriosas y aquellos gritos que mezclaban a Dios con un militar y señalaban el camino de la salvación entre un ojo dentro de un triángulo isósceles y la mirilla de un máuser.
Cuando veo a Zapatero junto a Guerra y Pajín, cerca de donde hacen coro los líderes sindicales, y cantan la Internacional y hablan de capitalismo salvaje y de guerra a los que tienen más, de chorizos y mangantes, pienso en la cara que pondrán los chavales que nacieron hace veintitantos años al ver puños en alto y al oír gritos contra el capital y, con pañuelo al cuello, cantos que hablan de «en pie los esclavos sin pan», «...cambiemos el mundo de base / hundiendo al imperio burgués...». Y eso lo cantan, treinta años después de la dictadura, muchos de los que llevan treinta años viviendo de la democracia y algunas que, por edad, sólo han podido ser madrina de guerra del novio de la Barbie. Cantos de ayer y de hoy, cantos de ciegos que, con tal de no perder el poder, gritan que hay fantasmas por todas partes. España está necesitada de voces que canten su presente. Y de españoles que miren al futuro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario