Referéndum
El nacionalismo catalán es una lucrativa empresa entretejida de mentiras como la de afirmar que Casanova fue un independentista catalán muerto en la toma de Barcelona por las tropas de Felipe V cuando no pasó de ser un austracista que sobrevivió y vivió muchos años ejerciendo la abogacía. Esa mentira, repetida cada año en la Diada, suele ir acompañada de charlotadas, no pocas veces violentas, que el domingo pasado tuvieron su epítome en un referendum independentista en Arenys de Munt. La propuesta sólo fue votada por un 41% de la población y aprobada por el 96% de los votantes. Es poco, pero el actual Estatuto catalán sólo fue apoyado en referéndum por uno de cada tres habitantes de Cataluña. Como era de esperar, los nacionalistas más diversos de CiU a la ERC fueron apareciendo por el lugar para apoyar la payasada y al presidente de Entesa pel Progrés Municipal y alcalde de Sant Pere de Torelló (Barcelona), Jordi Fàbrega, le faltó tiempo para anunciar que unos 60 municipios catalanes están interesados en realizar un referéndum similar el próximo 15 de octubre. Con el telón de fondo del carnavalesco espectáculo, no resulta muy difícil trazar una radiografía de lo que es Cataluña gracias a las acciones del nacionalismo catalán en las últimas décadas. En primer lugar, nos encontramos con un desprecio absoluto por la legalidad, que es aceptada en la medida en que permite un beneficio y es rechazada cuando obstaculiza el expolio. En segundo lugar, se puede contemplar el apoyo mediático y político de todas las fuerzas, por acción o por omisión, a esa violación de la legalidad. En tercer lugar, aparece la deplorable apatía de sectores enteros de la población de Cataluña que, unidos, quizá constituyan la mayoría, pero que prefieren mantenerse al margen de una escena política que entregaron hace tiempo en manos del nacionalismo. En cuarto lugar, se percibe la ausencia total del PP –¡con Falange como única fuerza política manifestándose en contra del referéndum!– y, en quinto lugar, se advierte la pasividad de un Gobierno como el de ZP dispuesto a ceder en todo, incluso en el respeto de la ley que ha jurado defender, con tal de mantenerse en el poder gracias a la alianza con los nacionalistas. El episodio de ayer, con seguridad, será utilizado por el nacionalismo catalán para intentar forzar un nuevo fraude de ley que consagre el Estatuto. Sin embargo, la respuesta no sólo de las instituciones sino de todos los ciudadanos no puede ser de pasividad, sino que tiene que ser contundente. Por mi parte, a partir de hoy, mis pies no pisarán Arenys de Munt; no compraré un solo producto que venga de Arenys de Munt; y me opondré sistemáticamente con todos los medios a mi alcance a cualquier iniciativa que pueda ir en beneficio de una población que desea desgajarse de mi patria con la misma frivolidad del que se toma una caña en un bar. Si desean ser independientes que lo sean, pero no a costa de seguir aprovechándose de los españoles decentes. No sólo eso. No tengo el menor reparo en anunciar que haré extensivo ese rechazo a cualquier territorio español, grande o pequeño, que pretenda en un momento determinado declarar su independencia. Ya está bien de chantajes y más basándose en mentiras históricas como la de que Casanova fue un independentista catalán.
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