José Mª Marco

Nuevas amenazas

A principios de 2005, hubo una fuga en un envío hecho desde Estados Unidos a unos cinco mil laboratorios de 18 países. El envío consistía en unos kits de prueba con virus de la gripe de 1957, que causó como mínimo un millón de muertes. Mucha gente todavía la recuerda. El virus de la gripe A parece proceder de una mutación de otro que atacó en su día a los cerdos, habiendo atacado antes a las aves. Una de las características siniestras de esta epidemia es precisamente la naturaleza mutante del virus. Da la impresión de que estamos más indefensos ante algo que es capaz de adaptarse con tanta precisión a un nuevo organismo. Otra característica, muy de nuestro tiempo, es la velocidad con que se transmite. Si a eso se añaden algunas circunstancias extrañas, como la juventud de las víctimas o la época del año en la que se propaga, inusual en una gripe, se entiende mejor la ola de curiosidad e incluso de miedo que ha levantado. La opinión pública y los medios de información no se equivocan al intuir en esta epidemia una amenaza. Viene a ser un ensayo general con todo, incluida la información en tiempo real, de una pandemia provocada por otro virus, aún desconocido, con igual velocidad de propagación pero mucho más peligroso. No es cuestión de andar prediciendo un apocalipsis, claro está, pero sí de comprender y anticiparse a los riesgos, algunos de ellos nuevos, que nos amenazan. Y aunque no estemos tan expuestos como se ha llegado a decir, ha quedado claro una vez más que no somos invulnerables y que no estamos del todo preparados. En esto no han ayudado mucho las autoridades, incluida la Organización Mundial de la Salud. Hubo alarmas dramáticas al principio, y ahora tratan a toda costa de rebajar el tono. Así se llega a sospechar que no saben bien qué hacer con la responsabilidad que les ha tocado.