¡CAMPEONES!!!!!!

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miércoles, 21 de octubre de 2009

DAVID GISTAU - BARRA BRAVA EN EL CONGRESO

Arrollada

El debate presupuestario es una simulación más grosera que el playback de los Milli Vanilli. Porque donde los Presupuestos del Estado prosperan o se encallan es en la penumbra de la negociación, cuando los grupos minoritarios estiran su capacidad de coacción. Elena Salgado podría haber presentado al Parlamento un proyecto que incluyera la puesta en circulación de dinero del Monopoly, y aun así los habría apoyado el PNV, a quien suponemos tan ahíto por la obtención de su propia tajada.

En cambio, sí es útil el debate para dejar una impronta política. Y las dos conclusiones urgentes son, por una parte, que Rajoy se dio uno de esos pequeños homenajes parlamentarios con los que de vez en cuando gana oxígeno y conecta hasta con su propia bancada. Y, por otro lado, que Elena Salgado ya puede tener una enorme capacidad técnica que funcione en la soledad de su despacho, porque como parlamentaria es un desastre balbuciente de tal calibre que a Rajoy no le quedó más remedio que apiadarse de ella por no parecer abusón y provocar en la segunda réplica a un adversario de más mérito: el mismísimo 'Zetapé'. Con la voz rota, superada por la bullanga popular desde que se le ocurrió llamar «previsible» a Rajoy -¿hay otro adjetivo con el que le guste más a Rajoy saberse relacionado por comparación con el aventurerismo de Zetapé?-, Salgado no defendió más que con banalidades susurradas estos Presupuestos «del paro, los impuestos y la deuda pública» y por momentos pareció a punto de romper a llorar. Cuando regresó a su escaño, mientras escuchaba a Rajoy, a su alrededor todo era gente desesperada tendiéndole notas para procurarle algo que decir: el vuelo de los papeles recordó al de los capotes cuando los subalternos hacen quites para salvar a un torero cogido de su voltereta.

Rajoy no podrá jactarse de la pieza que se cobró ayer. Pudo apuntalar la enmienda a los Presupuestos con argumentos que lo mismo ridiculizaron los errores de previsión que afearon el supuesto espíritu solidario que justifica el aumento de los impuestos: «Las razones por las que aumentan el gasto social no son para presumir». Lo importante para él es que vivió un día que le era necesario después de la mediocre gestión del enredo valenciano.

En ese sentido, el aplauso atronador de la bancada parecía querer espantar el fantasma Gürtel y festejar que el partido se sintió algo más que un ente judicializado y autodestructivo. Eso es precisamente lo que debiera preocuparles ahora: la victoria política de ayer sobre el PSOE fue tan clara, tan grande el ridículo que ya perseguirá a la ministra de Economía, que debe de estar a punto de saltar a la opinión pública un nuevo capítulo del serial que está impidiendo erguirse al PP.

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