¡CAMPEONES!!!!!!

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martes, 29 de diciembre de 2009

Alfonso Ussía

Público deshonor

Religión, Milicia y Medicina son, en mi opinión, las tres sendas vocacionales de la humanidad. La noticia no es la ejemplaridad. La novedad surge cuando aparece un religioso indigno, un militar traidor y cobarde, y un médico que hiere su código profesional. La sociedad se siente escandalizada cuando se dan estos casos, porque da por hecho que un hombre de Dios, un militar y un médico siempre están en su sitio, entre otras razones, porque lo han elegido voluntariamente. Ante la perversidad del incumplimiento profesional y vocacional, la Iglesia actúa con prudente lentitud, la Medicina, a través de sus Colegios de Médicos, con excesiva hermandad, y sólo la Milicia, después de un procedimiento abierto y justo, con contundencia. El militar indigno puede ser públicamente degradado. Hay valentía en la costumbre. No es sólo una escena más de una película. Se forma el Regimiento, y se desprende del uniforme del traidor o del cobarde toda divisa que tenga que ver con el honor. La Iglesia, tan virulentamente atacada, calumniada y vituperada en los últimos tiempos, no es sólo la representante y administradora de Dios en la tierra. La Iglesia, con sus centenares de fieles repartidos por todo el mundo, cuenta con un Ejército simbólico como arma de defensa. La Guardia Suiza del Vaticano. No tiene divisiones, ni regimientos, ni marina, ni aviación. Stalin se reía de ello al tiempo que le preocupaba la fortaleza de una Institución tan poderosa, cuyo núcleo se situaba en un país diminuto, defendido por una compañía de soldados armados de lanzas que custodiaban a un anciano vestido de blanco que dirigía desde la humildad, a millones de seres humanos. La Iglesia, además de Dios, es la inteligencia acumulada en veinte siglos de inteligencia en constante desarrollo. De ahí su cautela, su prudencia y su desprecio por el tiempo. El tiempo del hombre no es el mismo que el tiempo de Dios, y ese detalle insignificante es el que nos desconcierta a quienes vivimos pegados al calendario. Por ello, como cristiano y católico apegado al tiempo, creo que la Iglesia haría bien en sancionar el deshonor con degradaciones públicas. Demostraría una sana adaptación funcional a la sensibilidad de millones de fieles y algo de sentido del humor. Si un general traidor puede ser degradado y expulsado de las Fuerzas Armadas con público deshonor, ¿por qué no un obispo? Si un obispo, dominado por otro obispo, entorpece el camino de su sustituto designado por el Papa, y agita a los sacerdotes de su diócesis en contra de la figura de su sucesor, ¿no se comporta como un auténtico traidor? Entiendo que mi solicitud es de imposible cumplimiento, pero al menos, me divierto con la recreación de la escena. La Plaza de San Pedro abarrotada de fieles. Formada la Guardia Suiza. Cardenales, obispos y demás dignidades de la Iglesia en sus lugares, formando esa bellísima acuarela que regala la Santa Sede en sus celebraciones. Su Santidad presidiendo la ceremonia. Y en posición de firmes, los obispos a degradar, en esto caso, Setién y Uriarte. Un cardenal en nombre de la Iglesia, ante ellos. Fuera mitras, báculos, moarés y fajas. «Por indignos, os convertís en novicios». Y aplauso general. No es posible lo que sueño, pero se me antoja divertidísimo.

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