José María Marco

Indios y toros

La escena transcurre en el barrio más caro de Washington, capital política del mundo. La casa, con un jardín alrededor, pertenece a un profesor de una universidad muy próxima, de las más prestigiosas de la Tierra, la misma en la que estudian los Príncipes de Asturias de este mundo. El profesor está a la altura de la sofi sticación que el escenario permite prever. Ni qué decir tiene que habla con soltura de casi cualquier asunto. En algún momento, la conversación llega a la cuestión del cambio climático. Y en ese momento el profesor ultrasofi sticado, quintaesencia de lo que la cultura occidental produce de más exquisito, expone, en referencia a los combustibles fósiles y al petróleo, que estamos cometiendo un acto antinatura porque le estamos arrebatando a la Tierra lo que la Tierra había querido mantener oculto. La Tierra, encolerizada, nos está castigando con el calentamiento global. De pronto, sin levantar la voz, sin un solo gesto de más, estamos en pleno pensamiento salvaje, que diría Levi-Strauss, combinación estupenda, típica de Evo Morales y sus colegas, de cursilería, panteísmo y neopaganismo. Calculo que hemos retrocedido unos diez mil años aunque no muevo ni una ceja y sólo espero, para mis adentros, no acabar sacrifi cado a las deidades terrícolas. En esta línea debe entenderse, creo yo, la infl amada declaración sobre el Viento y la Propiedad de Rodríguez Zapatero en Copenhague. El socialismo hace suya la lírica india. No andan muy lejos las sofl amas anticapitalistas de Hugo Chávez, que despertaron ovaciones atronadoras en la Cumbre. En la misma onda está la previsible prohibición de los toros en Cataluña. No es sólo un asunto político para simbolizar las nuevas relaciones entre la nación catalana y España. Es también un brindis a esta nueva forma de ser en la que pensamiento y sentimiento se funden felizmente y en la que los catalanes, tan sofi sticados como mi amigo de Washington, darán lecciones de sofi sticación al resto del mundo.