Martín Prieto

Clinton Erotómano

Vuelo constantemente a Argentina, donde tengo esposa y casa. El último viaje fue un despelote, a cuenta de las andanzas de Bill Clinton, que fue invitado a dar unas conferencias, aunque por las noches, unas señoritas maravillosas, como son la mayoría de las argentinas, le hacían streptease en la habitación de su hotel. Doña Hilaria, secretaria de Estado, le mandó un avión para sacarlo de aquella sicalipsis que había trascendido a la prensa. Se casaron en Arkansas, tuvieron una única hija, pero el matrimonio fue político y económico. En eso se respetan, pero él es un erotómano.
Las intimidades con la becaria Mónica Lewinsky en el Despacho Oval de la Casa Blanca en 1999 demuestran que Bill Clinton es un salido. La Lewinsky era gorda y fea, y evidencia que el entonces presidente estaba harto de Hillary. Cuando el escándalo estalló, que casi le cuesta el cargo, ella le perseguía por los pasillos de la Casa Blanca arrojándole a la cabeza las biblias que se coleccionan en la Gran Casa. Grave problema para un macho multifacético.
Según el libro «Game Change», de los periodistas John Heilemann y Mark Halperin, Clinton hizo la campaña de Hillary acompañado de sus chicas y Hillary montó tanto en cólera que renunció a la oferta de Obama, la Secretaría de Estado, ante la erotomanía de su esposo. Es un matrimonio falso que no se divorcia exclusivamente por razones políticas. Y Bill, como ahora en Buenos Aires, se la deja mamar por cualquier Lewinsky a su paso.