César Alonso de Los Rios

El PP, aislado

El debate del miércoles no llegó a suponer un sobresalto para José Luis Rodríguez Zapatero. Fue la confirmación de este como gestor de un proceso de tintes trágicos; el paradójico asentamiento de este en la radical inseguridad de la crisis. Desde el punto de vista institucional el Pacto de Estado quedará reducido a acuerdos entre el Gobierno y los partidos. «Por culpa del Partido Popular», dirá Zapatero.

El Gobierno había preparado cuidadosamente la cita del 17 en la Cámara Baja. Acusado de mantener un pacto de hierro con los sindicatos, montó unas discretas reuniones con los patronos y consiguió atraerlos hacia la negociación de un Pacto Social. Para desconcierto del partido de la calle Génova. A partir de ahí, Duran Lleida eleva el acuerdo a la esfera política. Propone el pacto de Estado que recomienda el Rey. Con desgarramientos teatrales de María Teresa Fernández de la Vega. El hecho es que el esperado trance parlamentario queda reducido a lo que podía ser una buena ocasión para la carrera parlamentaria de Mariano Rajoy. Como ha sido.

A lo largo de todo este proceso se ha demostrado, una vez más, que la política está hecha para el Partido Socialista. Rodríguez Zapatero ha conseguido implicar a los empresarios y al partido con cuyo concurso parlamentario Rajoy tiene la pretensión de gobernar. Más aún, Durán Lleida se ha comprometido a acompañar al Partido Socialista en el terrible tránsito que le espera a la sociedad española. De él es la frase más tremenda que se pudo oír en el Parlamento. Concretamente, dijo: «No estemos obsesionados por la paz social», que es tanto como decir «no tengamos miedo a la ruptura de la convivencia»...

Desesperado por la resistencia de Rodríguez Zapatero como gestor de la crisis, Rajoy les pidió a los diputados socialistas que traicionaran a su líder. Un pecadillo de ingenuo.