Las bostonianas
Al igual que sucede con el racismo, el terrorismo o la homosexualidad, el feminismo es uno de esos temas contemporáneos que ya recibió un tratamiento más que significativo en el siglo XIX. La dictadura de lo políticamente correcto ya hacía de las suyas aunque no dominaba desde los partidos políticos a la crítica literaria pasando por los medios de comunicación. Sin embargo, existía más valor en los medios literarios del que existe en la actualidad y uno de los frutos de esa intrepidez fue «Las bostonianas» de Henry James. Cuando el sureño, veterano de la guerra de Secesión, Basil Ransom visita a su prima Olive en Boston, se ve obligado a asistir a una conferencia feminista que pronuncia Verena Tarrant. Basil encuentra insoportable la palabrería feminista, pero, a la vez, capta el encanto de Verena y se enamora de ella. Verena –que es inteligente a pesar de que le haya dado por el feminismo en esas fechas– no tardará en descubrir a su vez el encanto de Basil. Lo que se entablará será un duelo por el alma de Verena librado entre el atractivo Basil y la feminista Olive, duelo que se refiere a una situación real, pero que tiene no poco de simbólico. No voy a revelar el final de la novela, pero sí puedo adelantar que es políticamente incorrecto hasta la médula y por eso mismo muy inteligente. En su día, las reacciones en contra no se hicieron esperar. Mark Twain, gran escritor y mayor cínico, se subía por las paredes y decía que los protagonistas merecían ir al cielo de John Bunyan, el gran autor puritano del s. XVII. Quizá lo que le escocía era que James escribía mucho mejor que él. Hoy, nadie se atrevería a redactar una novela semejante y la versión cinematográfica hace tiempo que fue secuestrada en las grandes cadenas de televisión. Es una pena porque pocas feministas hay mejor descritas que la prima Olive. Se relame uno pensando que no hubiera sido capaz de narrar Henry James de haber conocido el círculo feminista de ZP.
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