Soneto de la siesta
Un soneto me manda hacer Camilo,
y es hora de la siesta, qué pereza.
Será, si lo concluyo, una proeza,
pues llevo ya un cuarteto y no espabilo.
Empiezo otro cuarteto. Pierdo el hilo.
Me meso los cabellos. Con franqueza,
me está pesando un poco la cabeza:
por el octavo verso me adormilo.
En el primer terceto, que ya empiezo,
frotándome los párpados, bostezo
e intento que el sopor no me equivoque.
La musa, en la modorra, desfallece.
Me faltan pocos versos... ¿No van trece?
Contad si son catorce, que estoy roque.
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