De faisanes
Faisanes son algunos policías, faisán es Baltasar Garzón y faisán es Zapatero. Mucha pluma y poca carne. Hace treinta años, también con gobierno socialista, la «Brigada Antiatracos» atracaba a las joyerías y de allí la desaparición de «El Nani» con pesitas en un pantano para siempre jamás. La Policía tiene recovecos inextricables y las negociaciones con ETA pueden provocar angustias pero nunca chapuzas ni sustos. La Policía del postfranquismo frecuentaba el restaurante «Yakarta» en homenaje a la matanza de comunistas que llevó a cabo el general Suharto en Indonesia cuando Sukarno se puso chocho y se le fue de las manos. «Faisán» problablemente no significa nada, pero fue desde ese bar desde el que se dio el chivatazo a los etarras, presuntamente por parte de la Policía. Es la violación de la democracia y el embromamiento del Estado de Derecho. El zapaterismo quería salvar la imposible negociación con ETA. Aquí cada presidente de gobierno apunta primero en su agenda arreglarse con estos bárbaros. Y así nos va. Lo de «El faisán», donde Garzón hace méritos para salvarse de otras cosas, ya lo predijo Zapatero cuando, pisando los escombros de la T4, con dos ecuatorianos aplastados, afirmó: «Fue un error».
La Policía debe servir al Gobierno y a sus cuidadanos pero cuando se convierte en correveidiles de los políticos más tontos devienen en una banda de sicarios. ¿En qué se parecen los padres cambiando pañales a la política policial? En que siempre huele a lo mismo.
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