¡CAMPEONES!!!!!!

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martes, 9 de marzo de 2010

David Guistau

La Academia vs. ‘Avatar’

Mi cinéfilo de guardia siempre invita a recelar de las películas que se estrenan al mismo tiempo que su propio vídeojuego. La observación acaso contenga un exceso de severidad clásica, incapaz de adaptarse a la evolución de cierto cine hacia un concepto de divertimento global que nació con La guerra de las galaxias e incluso recicla a sus protagonistas como muñecos demenú Big Mac. Aun así, es cierto que,más allá de la innovación de las gafitas, que sin duda transforman la experiencia de ver cine casi como si te tragara lamadriguera de conejos de Alicia, Avatar es una película banal. Una destilación prêt-à-porter delmito del buen salvaje que iguala el taparrabos con la superioridad moral por definición –el trauma de nuestra historia en América procede de allí– y que además, perezosa en todo lo que no sea técnico, roba pedazos de argumentos ya conocidos para confeccionar un refrito apresurado. En ese sentido, la Academia americana ha declarado con los premios Oscar que aún prefiere honrar al elemento humano antes que a lamáquina: al talento, y no a la técnica deshumanizada. Ahí es donde cabe el éxito de la película de Bigelow, En tierra hostil, una descarnada crónica en tono documental de la dura cotidianidad de las tropas americanas en Bagdad que explora la pasión por la guerra y la inadaptación de quien se aburre en el regreso, cuando lavida se vuelve «fútbol y barbacoas». En realidad, ninguna de las dos películas quedará para la posteridad, salvo por el efecto 3D de Avatar. Ha sido na edición floja, tan sólo elevada por el pago de deudas pendientes con Jeff Bridges y, sobre todo, con el premio a El secreto de sus ojos, que merece todos los espectadores que ahora la descubrirán. Campanella lleva muchos títulos justificando el prestigio del cine como lenguaje literario. Maneja emociones diminutas, como de amores que desaparecen en taxi bajo la lluvia, como de almas destartaladas que se palpan las unas a las otras a oscuras, y todo ello lo llena de una ternura donde el humor tiende emboscadas. Además, ha contado las tres encrucijadas históricas atravesadas por la Argentina en el XX: la dictadura, la transición a partir deMalvinas y la crisis de 2001, con esa mezcla de dolor y picardía quemarca a una generación perdida a la que el cajero automático no se le tragó la tarjeta, sino los anhelos. El secreto... es una formidable síntesis de todo eso que además se sustenta sobre una trama de cine negro/judicial, paseada por las patotas peronistas, que confirma a Darín como el rostro ideal para todas las formas distintas de ser argentino: desde el truhán de jerga lumfarda que se la rebusca hasta el portador de conciencia doblegado por su época y por las malas cartas del destino.

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