Corbacho tiene un plan
Si alguien del Gobierno se tomara en serio a los españoles le habría sugerido a Celestino Corbacho que con las pensiones, bromas las justas. Pero decirle a los sufridos contribuyentes que se vayan apuntando a un plan de pensiones privado, más que una broma ha sido un favor al Capital y una muestra de honestidad, puesto que no se puede admitir de forma más clara que el sistema está prácticamente moribundo. Y no estaba muerto, que no. Aunque suene a broma algo macabra, no tanto por la literalidad sino por el cargo que ostenta quien lo dice. Es como los chistes de Chiquito, que no hacían gracia por el libreto, más bien elemental y pedestre, sino por cómo lo contaba. Eso, a quienes le hacía gracia. O sea, que a la gente que le haga gracia Corbacho, quizás encuentre bastante gracioso que en la nómina le quiten lo bailao para nada.
Si alguien del Gobierno se tomara en serio a los españoles le habría sugerido a Celestino Corbacho que con las pensiones, bromas las justas. Pero decirle a los sufridos contribuyentes que se vayan apuntando a un plan de pensiones privado, más que una broma ha sido un favor al Capital y una muestra de honestidad, puesto que no se puede admitir de forma más clara que el sistema está prácticamente moribundo. Y no estaba muerto, que no. Aunque suene a broma algo macabra, no tanto por la literalidad sino por el cargo que ostenta quien lo dice. Es como los chistes de Chiquito, que no hacían gracia por el libreto, más bien elemental y pedestre, sino por cómo lo contaba. Eso, a quienes le hacía gracia. O sea, que a la gente que le haga gracia Corbacho, quizás encuentre bastante gracioso que en la nómina le quiten lo bailao para nada.
Y así, mes tras mes hasta un mínimo de 25 años, como si fuera una condena por delitos contra la salud pública. En los bancos y en las entidades de crédito y caución sí que ha hecho gracia y se habla ya del Plan Corbacho o de «hacerse un corbacho», cuando un cliente entra a preguntar por eso de las pensiones y de que cuánto hay que abonar para amortiguar la inquietud de su retiro, cada vez más negro. ¿Cómo se atreven a afirmar que el Gobierno no hace nada por combatir la crisis?, se exclaman en el mismo Ejecutivo y en la sede del PSOE. «Que la oposición arrime el hombro», es la cansina letanía, el plúmbeo consejo de Zapatero, tan huérfano de argumentos que ya ni siquiera se escucha frente al espejo por las mañanas. «Nosotros tenemos un plan». Ahí está. Que cada cual se organice su retiro y tan contentos. El PSOE acaba de redescubrir el neocapitalismo salvaje. Átame esa mosca por el rabo. No obstante, resulta sospechosa la propensión socialista hacia lo privado, ya sean pensiones, colegios, universidades, hospitales, urbanizaciones, clubes o servicios, toda clase de servicios. Cada uno vive como quiere, pero se antoja un poco incómodo desde el punto de vista moral someter a los hijos de los demás a la inmersión lingüística mientras los tuyos estudian en un colegio privado bajo otro régimen educativo. Véase Montilla y su inclinación germánico-lingüística para su prole.
Para un socialista, la política no es el arte de lo posible, sino lo más parecido a chapotear en la contradicción como quien fuma en una gasolinera sin que eso tenga ningún tipo de consecuencias. De ahí que todo sea gesto, apariencia, disimulo y. dos planes de pensiones o dos huevos duros. Cada día que pasa, confía Zapatero, es un día menos de crisis. Muy zen. Y es un día menos también para que llegue la subida del IVA, que es lo más imaginativo que se le ha ocurrido a su Gobierno en los seis años que lleva al mando, subir los impuestos. Ni tercera vía, ni alternativa socialista, ni Rodiezmo ni paparruchas. Más bien, el libreto de lo de siempre, lo progre, lo nuestro. La vía IVA, dinero fresco para subvencionar ocurrencias y tontunas, tapar levemente los agujeros y esperar a que escampe. Con eso y un poco de suerte, el presidente del Gobierno es capaz de remontar en las encuestas y hasta en los cuarenta principales y puede que acierte.
Mientras tanto, vayan pensando en hacerse un plan de pensiones, ahorren y, si pueden, guarden algo en un colchón y tengan las maletas a punto. Estas últimas eran las sucintas recomendaciones de Josep Pla para vivir tranquilos, más cuando uno escucha a Celestino y Sebastián, a Elena y a Bibiana, a Trinidad y a José Luis. ¿Cómo serán esos Consejos de Ministros? Imagínense esa gran mesa adornada por rostros petrificados sin nada que discutir y pugnando por amagar una sonrisa de inteligente aceptación cada vez que el presidente esgrime un disparate. Sólo los necios pueden salir indemnes de semejante liturgia semanal. O sea, apúntese usted a un Corbacho y que Dios nos coja confesados.
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