¡CAMPEONES!!!!!!

¡CAMPEONES!!!!!!

sábado, 20 de marzo de 2010

Dia del Padre


‘LA SAGRADA FAMILIA DEL PAJARITO’
Bartolomé Esteban Murillo

El San José de Murillo que preside el cuadro La Sagrada Familia del pajarito del Museo del Prado es sin duda uno de los santos más guapos jamás pintados. San José se hace protagonista del cuadro, como por casualidad, usurpando el lugar de la Virgen junto al niño, cuando éste ya no tiene la vulnerabilidad del bebé que requiere de la madre para sostenerse, sino que es un infante erguido capaz de andar, de jugar. Sin embargo, la aparición de San José no es un azar, sino que forma parte de la estrategia de la Iglesia contrarreformista que busca acercar el culto de los santos a la gente del común como modelos de vida: en 1621, el Papa Gregorio XV había decretado la celebración oficial de la fiesta de San José el 19 de marzo. Este nuevo San José ha perdido sus cabellos blancos y su porte de anciano, ya no es el adusto, receloso y algo tosco acompañante de la Virgen, que no entiende bien el milagro en el que se ve envuelto, sino un hombre de bien, de unos 30 años, trabajador y solícito con su familia; el temor reverencial se ha transformado en respeto y diligencia, las nuevas virtudes del cristiano. Como en sus vírgenes, Murillo crea una figura cuya belleza (meridional) parece ser consecuencia natural de sus cualidades morales, espirituales. Son esa modestia, esa honestidad, y en el caso de San José esa fuerza tranquila, las que constituyen la gracia esencial de sus figuras, a medio camino entre lo ideal y lo real, convincentes en una particular versión de su santa humanidad. El juego de luces propio del Barroco acentúa esta convivencia íntima de lo celeste con lo terrenal. La interacción entre la Virgen y San José no se da de modo directo, sino que pasa por la figura del niño, verdadero centro del cuadro. Como un pequeño árbol de Navidad o un cirio pascual, es la luz del niño la que crea las figuras de su padre y su madre. Es también su luz dorada la que transforma la sencillez del aposento y de los vestidos en un material cálido y suave, como sólo puede ser el que procede de los sueños o e las caricias del pincel. La aureola del niño es la metáfora sensible de Jesús como «luz que ilumina a los gentiles », el discurso pronunciado por el anciano sacerdote Simeón cuando la Sagrada Familia va a presentar su hijo al Templo de Salomón. En medio de ello, Jesús, rubio como la llama del fuego, juega con un pajarito, posiblemente un jilguero (pájaro protector de la infancia), y un perrito, sin manchas, blanco como un cordero. La anécdota tiene algo de premonición sacrificial y de juego de los i inocentes. Al lado del niño Jesús está la mano vacía de San José, una mano bella, bien formada, que parece estar preparada en vano. Esa mano tiene ecos de melancolía miguelangelesca, sabe que no podrá impedir el dolor o la muerte, pero se mantiene cerca, por si acaso. Es la mano de un padre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario