El pasado jueves tenía lugar el sexto aniversario de la masacre del 11-M. A lo largo de todo este tiempo, todos los poderes públicos y partidos políticos han pretendido tender un espeso manto de silencio sobre un atentado que constituye la mayor masacre terrorista de la historia de España y de Europa y que cambió de forma drástica nuestra Historia, poniendo en marcha un proceso de demolición constitucional que todavía continúa.
Zapatero accedió al gobierno al grito de "España se merece un  gobierno que diga toda la verdad", pero lo cierto es que ese gobierno ha  pretendido que los españoles nos olvidemos de la masacre y que nos  conformemos con una versión oficial no ya falsa, sino pura y simplemente  absurda, inconcreta e incoherente.
 La Justicia hubiera debido suplir la falta de interés investigador  del Gobierno, realizando una instrucción sumarial dedicada a averiguar  la verdad. Pero, en lugar de ello, el juez Del Olmo pretendió construir  un sumario a partir de pruebas manifiestamente ridículas, obstaculizó  cuanto pudo la labor de esas acusaciones que hubieran podido aportar el  celo investigador del que otras instancias carecían y terminó por hacer  naufragar el sumario en un mar de mentiras, de contradicciones, de  ocultaciones y de manipulación. El tribunal del 11-M remató la faena,  dando por buena una parte de la versión oficial a pesar de haber quedado  de manifiesto su total falta de solidez, permitiendo que se mintiera en  la sala del juicio y engañando a las víctimas al prometerles que se  deduciría testimonio contra los perjuros.
 La Oposición, que en la anterior legislatura sí se hizo eco de  muchas de las investigaciones que los medios de comunicación  independientes realizaban, dejó de hablar del 11-M después de las  últimas elecciones, como si hubiera decidido ignorar que la versión  oficial no se sostiene y como si no fuera consciente de que la única  manera de detener el proceso de destrucción constitucional es,  precisamente, averiguando la verdad sobre aquel atentado que marcó el  inicio del proceso.
 Los principales poderes públicos han fallado. Pero ni los medios de  comunicación independientes han dejado de investigar, ni las víctimas  del 11-M han dejado de reclamar Justicia, ni la ciudadanía española se  ha resignado a vivir en la mentira y en un estado de democracia  secuestrada.
 Y el tiempo va, lentamente, dando la razón a aquellos que venimos  denunciando que el 11-M fue un crimen político, con unos objetivos  políticos claros, y que la versión oficial es una estafa de principio a  fin, por mucho que los poderes públicos entierren la cabeza en la arena,  pretendiendo, como el avestruz, que los problemas no existen.
 Seguimos sin saber la verdad, pero al menos hemos conseguido  identificar las mentiras. Y estamos en condiciones de reclamar aquello  que prometieron quienes hoy ocupan el Gobierno.
 Señor Zapatero, señor Rubalcaba, los ciudadanos españoles queremos  saber:
 1) Quién dio la orden de empezar a destruir los trenes, es decir,  los escenarios del crimen, 48 horas después de la masacre.
 2) Dónde están los listados de las muestras que los Tedax  recogieron, entre las cuales tiene que haber, forzosamente, restos de  los artefactos explosivos verdaderamente utilizados en los trenes.
 3) Dónde están esos centenares de kilos de muestras recogidas en  los trenes o quién dio la orden de destruirlas.
 4) Quién dio la orden de no enviar las muestras de los trenes al  laboratorio de la Comisaría General de Policía Científica, incumpliendo  todos los protocolos.
 5) Dónde están los informes originales de los análisis realizados  por los Tedax.
 6) Quién dio la orden de no adjuntar esos informes originales de  análisis al sumario del 11-M.
 7) Qué informes realizó el Grupo de Reconstrucción de Artefactos de  la Unidad Central de Tedax para intentar deducir la composición de las  bombas a partir de los restos encontrados en los trenes.
 8) Dónde apareció verdaderamente la denominada mochila de Vallecas,  esa falsa prueba a partir de la cual se construyó toda la insostenible  versión oficial de la masacre.
 9) Por qué ninguna instancia pública ha tomado ninguna medida ante  las denuncias realizadas por la directora del Instituto Anatómico  Forense, doña Carmen Baladía, en el sentido de que en las autopsias de  las víctimas del 11-M no apareció metralla de origen terrorista, lo que  demostraría, sin duda ninguna, que la mochila de Vallecas es una prueba  falsa.
 10) Por qué no se hicieron las autopsias a los supuestos suicidas  de Leganés.
 11) Quién realizó las falsas llamadas de despedida de esos  supuestos suicidas y quién falsificó el testamento de uno de esos  supuestos suicidas.
 12) Quién falsificó el libro de caja de una tienda de aparatos  electrónicos propiedad de unos hindúes para tratar de convencernos de  que en los trenes de la muerte se utilizaron teléfonos móviles para  activar las bombas.
 13) Quién colocó en Alcalá de Henares, tres meses después de la  masacre, un coche Skoda Fabia cargado de pruebas que apuntaban a los  islamistas, coche que la propia Audiencia Nacional tuvo que desestimar  como prueba, ante las abrumadoras evidencias de que se trataba de una  prueba falsificada.
 14) Qué investigaciones ha realizado el Ministerio de Interior, o  los servicios de información, para averiguar quién colocó en Alcalá de  Henares ese Skoda.
 15) Cómo es posible que presuntos implicados de los que los  informes policiales apuntaban que podrían haberse suicidado en Irak  aparezcan años después vivitos y coleando en Marruecos.
 Podríamos seguir durante horas desgranando mentiras, medias  verdades, manipulaciones y ocultaciones, pero baste este botón de  muestra para dejar constancia de que, por mucho que algunos se empeñen  en crear versiones oficiales artificiales, la verdad terminará por  abrirse camino, porque las mentiras están demasiado a la vista.
 Queremos saber, señor Zapatero, toda la verdad del 11-M. Los  españoles nos merecemos, señor Rubalcaba, un gobierno que no mienta. Y  ustedes tienen la obligación legal y moral de iniciar una nueva  investigación que permita a los españoles estar seguros de que los  verdaderos responsables del atentado y de las tramas de ocultación han  pagado por sus delitos y cerciorarse de que nadie pueda volver a repetir  en España una cosa así.
  
 
 
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