COMENTARIOS LIBERALES
Ni paz, ni piedad, ni perdón
Azaña no sacó de ese episodio arrestos para dimitir, si bien escribió páginas terribles sobre la responsabilidad de los jefes republicanos. En el tiempo que pasó como rehén de Negrín y los comunistas catalanes, Azaña escribió La Velada en Benicarló. Y su último discurso en España fue el de las tres pes: 'Paz, Piedad, Perdón'. Recuerdo que cuando, gracias a Javier Pradera y al comienzo de los 80, publiqué las primeras antologías de ensayos y discursos de Azaña, elogiaba en el prólogo la visita de los Reyes a la viuda de Azaña en México. Porque además del gesto de visitarla, la trataron con la deferencia y el afecto de lo que, por edad, podía haber sido: una abuela de las que vivieron muchos años para recordar su sufrimiento. Y aquel mutuo reconocimiento del dolor nos enaltecía, nos salvaba a todos.
No sé cuántos payasos, tenores y jabalíes habrán leído aquellas antologías de Azaña que publiqué hace tres décadas, supongo que ninguno. Y de aquel espíritu de conciliación y reconciliación nacionales, nada queda: ni paz, ni piedad, ni perdón. Cosa natural, si previamente se ha abolido la nación, porque, al cabo, lo que une a los españoles por encima de crímenes y errores es saberse 'hijos del mismo sol y tributarios del mismo arroyo'.
La Guerra Civil llegó porque los socialistas, excepto la facción de Besteiro, abolieron la nación con su bolchevización. Rota esa hermandad sagrada, secular, el asesinato se disfraza de lucha por la vida; y la vida de asesinato. Lo que vemos ahora en España es desfilar a 'cerditos con nostalgia de jabalí' proclamando la excelsitud de la matanza.
Sumario: Lo que une a los españoles es saberse 'hijos del mismo sol y tributarios del mismo arroyo.
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