¡CAMPEONES!!!!!!

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domingo, 11 de abril de 2010

José Mª Marco

El chamán

El argumento fundamental del auto de Garzón contra el franquismo es la posibilidad de que algunas personas que fueron secuestradas durante la Guerra Civil y la Postguerra sigan vivas y secuestradas desde entonces. En tal caso el delito continuaría, y así quedarían anuladas todas las leyes de amnistía promulgadas después. Por si acaso, Garzón, en un gesto de (¿consciente?) humor negro, pidió las partidas de defunción de Franco y compañía: si no aparecían, éstos podrían ser juzgados como responsables de los posibles secuestros… Éste es el artificio jurídico. La realidad de lo que está en juego es otra. En primer lugar, un melodrama familiar con toques de chamanismo. Buena parte de la actual clase dirigente española procede de la oligarquía franquista. Eso es lógico, pero no se compadece bien con su estatus actual de adalides de la democracia más progresista del mundo. Como además casi ninguno se molestó en su tiempo en hacer algo contra Franco, tienden a quitarse estos muertos particulares de encima. Ahora bien, para matar al fantasma del padre es imprescindible que éste siga vivo, o por lo menos resucitado… Garzón, bien jaleado, se disponía a limpiar la conciencia de sus amigos mediante un arcano ritual mágico. Se escuchan los tambores: ¿la Transición que no hicieron? Un mito. Además, hay una cuestión de propaganda y de poder. Al amagar con resucitar a Franco, Garzón consigue que todo el mundo tome posiciones. Así deja demostrado para su público que los que discrepan de la ortodoxia de izquierdas son todos unos franquistas, mientras que –por ejemplo– el muy vivo de Carrillo, responsable de las matanzas de Paracuellos, seguirá dando lecciones de moral con más razón que nunca. La causa contra el franquismo era, o sigue siendo, una jugada que culmina lo que la izquierda cultural y política lleva machacando desde hace cuarenta años y de la que ni siquiera el PP más fiero y montaraz, como el de Álvarez Cascos, ha querido enterarse nunca. Así lo demuestran las declaraciones de éste último calificando a Garzón de «anomalía democrática». No, Garzón será una anomalía judicial, pero es y representa lo que ha sido hasta aquí la normalidad democrática de nuestro país.

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