¡CAMPEONES!!!!!!

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sábado, 24 de abril de 2010

Juan Velarde

El fuego griego sobre españa

Los griegos se hicieron famosos en los combates navales, porque consiguieron encontrar una mezcla que encendida se lanzaba mediante unos sifones sobre los buques enemigos, incendiándolos. Los buques griegos que arrojaban ese material incendiario eran los llamados «dromones sifonóforos». No es muy diferente de una situación bélica la que ahora existe en el mundo financiero. En ella Grecia cometió dislate tras dislate. Lo prueban las cifras del endeudamiento colosal de su sector público. Nada menos que un 13,6% de déficit respecto al PIB en 2009, lo que al sumarse a los anteriores motivó que la deuda pública de este país, al final de 2009, superase el 115,1%. Este crecimiento tan fuerte genera que, como señala Isabelle Couet en su artículo «La Dette Grecque ramenée au rang des plus risquées du monde» aparecido en «Les Echos» de 23/24 de abril, «la probabilidad de una suspensión de pagos griega de aquí a cinco años se sitúa vecina al 40%». De ello ha surgido un efecto contagio, o si se quiere, el fuego griego ha saltado a otros países. De inmediato, al observar los mercados financieros internacionales, inmediatamente vemos que este riesgo podía afectar a Irlanda, Portugal y España. Lo anuncia lo sucedido, respecto a nosotros, en los mercados de renta fija el 22 de abril de 2010. La prensa internacional -la cita sigue siendo de ese artículo de Isabelle Couet- recogía el dato de que «el resultado de la emisión de deuda española a 15 años era malo: el Tesoro no ha colocado más que 2,1 miles de millones, en la parte baja de una curva de 2 a 3 mil millones». Todo esto genera entre nosotros, por un lado, que como destacan los profesores Eva Ballesté Morillas y Rodrigo Martín García, en su artículo «Pinchazo de la burbuja de crédito: una crisis financiera internacional y demasiadas expectativas no cumplidas», publicado en la revista «ICADE», enero-abril 2010, esto crea «la falta de confianza en el corto-medio plazo para que la situación económica global mejore», y así, si nadie está dispuesto a contratar los productos financieros, «porque existe un miedo persistente en el qué pasará.... la economía no podría recuperarse». Esto provoca lo que, basándose en datos del FMI señala Stephen Fidler en «The Wall Street Journal», 23-25 abril, en relación, sobre todo con Portugal, pero añadiendo que también lo es respecto a Italia y España, esos países «serían los que verosimílmente más sufrirían del contagio si Grecia cae al precipicio».
Claro que España no es Grecia dentro del panorama económico internacional. Por una parte, el peso en el PIB mundial del español es del 2,1% y sobre el de la eurozona el nuestro es el 12,8%. Una crisis económica española, pues, rebajaría sustancialmente las posibilidades mundiales, y sobre todo las europeas, de recuperación. Esto, por supuesto, no sucede con Grecia. Pero además, como se destacó en «The Economist» de 17 de abril, en el artículo «Three years to save the euro», «si el contagio logra empujar a España y Portugal a una crisis, el entero sistema bancario europeo puede implosionar». Nuestra deuda exterior crediticia lo provocaría, a causa de la combinación, sobre todo de 2003 a 2007, de falta de competitividad y de un fuerte crecimiento, que origina un fuerte déficit por cuenta corriente. Y de todo ello se desprende que sometida como está al fuego griego España, no tiene más que dos alternativas, si quiere salvarse. La primera, la cínica, es aplicar lo que se puede llamar «política de Sansón en el templo de los filisteos», esto es, la de «si yo caigo les hundo a todos los que me rodean» con el ímpetu además, que muestra el peso global económico español. Por tanto, tendrían que ayudarnos en forma de más créditos. El BCE no puede cerrar, como prentende, ese grifo.
La segunda, la seria. Esto es, crear corazas que nos aíslen del incendio. Pero eso significa, de inmediato, cortar drásticamente el gasto público, ponga quien ponga el grito en el cielo; alterar, como pide el gobernador del Banco de España, el mercado de trabajo, y reformar nuestros mercados crediticios, comenzando de inmediato por las cajas. Después vendrían otras medidas a largo plazo. Si no lo hacemos, corremos el riesgo de ser pasto de las llamas lanzadas por los «dromones sifonóforos».

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