¡CAMPEONES!!!!!!

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miércoles, 5 de mayo de 2010

Las barbas griegas

En el jardín había dos ficus benjamina que crecieron rápido y daba gloria verlos tan fuertes, tan sanos, tan llenos de hojas de un verdor tan brillante y tan liso que parecía de porcelana. No sé qué bicho rastreó el jardín que un día los dos ficus amanecieron con una preocupante languidez en las hojas, que habían perdido el brillo y se les apagaba el verdor. Al poco, las ramas más altas empezaron a secarse, y no era por ninguna helada, porque pasaba un invierno soleado. Alguien llegó al jardín y aconsejó su medicina: «Hay que frailearlos, sólo así es posible que se salven». Daba pena tener que cortar las firmes ramas que salían de la cruz de los ficus, gordas como brazos, y el dueño del jardín dijo que, para probar, que fraileara sólo uno y que dejara al otro a ver si se salvaba sin tener que amputarle los firmes tiros. Parecía que el fraileado iba a morir en cualquier amanecer, pero en el primer sol de marzo sacó de los bolsillos de su savia una ramita, y otra, y otra... Hoy, el ficus fraileado es un árbol frondoso y fuerte. El otro se secó aquel mismo verano.
Ojalá no nos ocurra esto con la economía española, pero aquí, por temor a sacrificar algunas ramas donde las hojas languidecen y aun se secan, podemos llegar a la ruina que tiene Grecia. Grecia son las barbas chamuscadas en las que tiene que fijarse España para no tener que ofrecerse en almoneda a países pudientes y quedemos entrampados. Si hay que frailear ministerios, se frailean; y si consejerías, consejerías; y si diputaciones, diputaciones; y si cargos que ayer podían sostenerse, cargos. Pero pretender que todo se salve por su cuenta, antes que amputar, puede costarnos el cuerpo entero. Arden las barbas griegas y sería bueno -aunque no sé si estamos a tiempo- de poner en remojo las nuestras, luengas barbas de crisis. Pero aquí parece que los hay dispuestos a perder el brazo antes que cortarse las uñas.

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