¡CAMPEONES!!!!!!

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domingo, 31 de octubre de 2010

Federico Jiménez Losantos

El diablo sabe

Dice Rosa Díez que el hecho de que el presidente del PSE Jesús Eguiguren vaya a declarar como testigo a favor de Otegui «no tiene perdón de Dios». Pero el dicho es de lo más lógico: ¿cómo Dios va a perdonar al Diablo? Y el Diablo, sin duda, es el que está guiando esta mezcla de embuste y verdad, opacidad y transparencia, ocultamiento y exhibicionismo de esta nueva tregua declarada por el PSOE, el Gobierno y el Estado en favor de la banda terrorista ETA. Bergamín, que tras vivir de católico soviético murió batasunizado, es tal vez el que más ha escrito sobre el Diablo con la excusa de la Salvación. Otra frase popular española, que terminó en título de uno de sus libros de ensayos, es: «detrás de la Cruz está el Diablo». Naturalmente, Bergamín ocultó al Maligno en 'Detrás de la Cruz', por demostrar con un hecho el dicho o porque lo suyo era diabólico. 'La importancia del demonio y otras cosas sin importancia' es otro de sus títulos genuinamente demoníacos, o sea, contradictorios y perplejiformes, capaces de intoxicar intelectos tiernos con el elixir de la paradoja. Nunca tuvo muchos lectores Bergamín, aunque sí admiradores de prosa, verso y verbo, pero en esta época de superstición y poca teología, está más condenado que Belcebú.
Lo más parecido a un demonio sin importancia es Rubalcaba, y lo más cercano a una obra de arte criminal es lo que su Gobierno está haciendo con la ETA. Dice también Rosa Díez que es imperdonable que estando tan mal la ETA se le dé oxígeno. Pero es tan diabólico el Diablo que nos oculta su condición de Ángel Caído (sólo en Madrid tiene estatua) y nos vende como arte del bien el triunfo del mal. Es la ETA la que se supone que ayuda electoralmente al PSOE y no el PSOE a la ETA, pero, por de pronto, los etarras ya están a las puertas de los Ayuntamientos en que no están, porque de los veintitantos donde están nunca los ha querido echar el Gobierno.

Esta segunda tregua a medias con la ETA tiene una diferencia con respecto a la anterior, la de la primera legislatura, y es que en vez de anunciarla como éxito posible se nos presenta como hecho consumado, negociado ya lo innegociable, que es combatir el mal. Por eso Rubalcaba me parece un diablo sin importancia, ilustración de la famosa «banalidad del mal», que, por liante, merecería ser de Bergamín. «Más sabe el Diablo por viejo que por Diablo», se dice. Pero antaño, que sabían más, lo dejaron en «el Diablo sabe». ¡Y tanto!

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