¡CAMPEONES!!!!!!

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lunes, 1 de noviembre de 2010

Gabriel Albiac

De lo público y lo privado

Entre las notas póstumas de un Saint-Just que se sabe ya abocado a su final trágico, figura ésta, que da la clave mayor de las tormentas políticas venideras: «La libertad del pueblo está en su vida privada; no la perturbéis». Allá donde el Estado invade el espacio privado, la democracia agoniza. Allá donde lo legisla, nace la dictadura.
La semana pasada quintaesenció esa tentación, que es la «corrección» política de lo privado. Un alcalde grosero y dos buenos escritores han servido de escaparate; también de laboratorio para lo más peligroso: la pretensión gubernamental de dictar cánones éticos y lingüísticos.
El político grosero, en primer lugar. No es demasiado interesante. El alcalde se mostró como un patán. Esto es, como el noventa por cien de los políticos en España. Es normal. Y hasta es lógico. Cada vez más, los políticos de aquí son una casta de gentes sin oficio ni beneficio, de gentes que jamás han tributado a Hacienda por ingresos que no provengan de su cargo público. Su analfabetismo es condición de existencia; sin él, difícilmente pasarían por las servidumbres que sus jefes les imponen. Olvidemos, pues, al alcalde —ni más ni menos vulgar e ininteresante que sus iguales— y hablemos de cosas serias.
Cosas serias. Arturo Pérez Reverte escribió en su blog esto: «Se es un mierda cuando uno demuestra públicamente que no sabe irse. De ministro o de lo que sea. Moratinos adornó su retirada con un lagrimeo inapropiado. A la política y a los ministerios se va llorado de casa. Luego Moratinos, gimoteando en público, se fue como un perfecto mierda». Con lo cual se puede estar de acuerdo o no. Pero que dice exacta y cuidadamente lo que dice. En perfecto castellano. No que Moratinos sea un excremento: para eso hubiera sido necesario utilizar el femenino. En masculino, «un mierda» tiene poco que ver con la escatología: connota —radicalmente, eso sí— la condición de «un don nadie», es su sinónimo extremo. Claro que es discutible que un cargo público se haya comportado o no como un «don nadie», pero de ahí a ver en ello acto difamatorio, media el abismo del diccionario.
Cosas serias. Lo de Dragó es bastante más alarmante. Ignoro cuál fue el primer medio de prensa que aseguró, escandalizado, que el escritor confesaba un explícito delito de abuso de menor en su libro de conversaciones con Boadella. Sí sé que casi todos los demás medios dieron por buena la información y se limitaron a valorar, positiva o negativamente, el «dato». Sí sé que yo tengo ese libro de la editorial Áltera aquí delante. Páginas 164-165. Que relatan «una partida de ping-pong» en la cual dos adolescentes niponas le toman guasonamente el pelo a un guiri con ganas y lo dejan en estado de calentón inconsumado. Hasta le dan un número de teléfono falso para que contacte con ellas al día siguiente. El guiri sabe que ha hecho el ridículo. Y a ese autoburlesco avatar se reduce la aventura. ¿Era tan difícil constatar la falsificación, leyendo esa página y media? Pues debía serlo, porque nadie lo hizo. Cosas de la LOGSE.
Todo vale hoy para destruir al adversario. Y todo cuela; eso es lo grave. Todo. Cuando ha muerto Saint-just: «La libertad del pueblo está en su vida privada; no la perturbéis».

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