¡CAMPEONES!!!!!!

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sábado, 18 de diciembre de 2010

Luis del Pino

Urgencias artificiales

El pasado mes de noviembre eran detenidos en Madrid siete miembros de una misma familia, que se dedicaban al famoso timo del tocomocho. "¿Quién no conoce a estas alturas ese timo?", se preguntarán ustedes, pero lo cierto es que los detenidos llegaban a sacarse 3000 euros al día estafando a los incautos.
Quizá alguno de ustedes haya visitado algún país del Sureste Asiático en uno de esos viajes organizados por alguna agencia. O quizá conozcan a alguien que ha tomado parte en uno de esos viajes. Si es así, quizá les suene este otro timo que les voy a contar.
Resulta bastante habitual que a los grupos de turistas que viajan a esos países les ofrezcan comprar "auténticos" chollos, como por ejemplo "fidelísimas" imitaciones de relojes de marca, de ropa de marca, de zapatos de marca o de bolsos de marca a precios baratísimos.
Una de las maneras de timar a los turistas es la siguiente: el vendedor, que en muchas ocasiones está compinchado con el guía o con el personal del hotel, se pone en contacto con el grupo de turistas recién llegado y le ofrece, por ejemplo, un surtido de relojes de marca de imitación a precios inmejorables. El vendedor, con aire misterioso, se cita con los turistas en la habitación de uno de los miembros del grupo, haciendo mucho hincapié en que deben mantener la discreción, puesto que podrían buscarse todos un lío con la Policía local.
A la hora convenida, el vendedor se presenta en la habitación con su muestrario de relojes y lo despliega sobre la cama. Los turistas comienzan a valorar la mercancía y ven que la apariencia de los relojes es magnífica, pero es inevitable que desconfíen de que lo que se les ofrece a tan barato precio tenga la necesaria calidad. El vendedor, tratando de aparentar siempre un nerviosismo medroso, les jura y perjura que los relojes son de calidad superior, les anima a comprar, les mantiene entretenidos con su conversación, les canta las excelencias de la mercancía, ...
Entonces, de repente, unos golpes en la puerta sobresaltan a las personas que se encuentran en el interior de la habitación. El más sobresaltado de todos parece el propio suministrador de los relojes. "¡Es la Policía!", dice el vendedor con cara de pánico. "¡Rápido! ¡Rápido! ¡Si quieren comprar algo, háganlo ya, porque tengo que esconder la mercancía!". Por la mente de los turistas circulan las imágenes de tantas y tantas películas donde han podido contemplar la brutalidad con que la Policía trata a los extranjeros en algunos países y el sentimiento de miedo comienza a actuar.
Enfrentados a la urgencia, muchísimos turistas pican y abonan rápidamente el dinero que el vendedor pide por los relojes, mientras éste recoge su muestrario en un estado de aparente consternación.
"¡Abra la puerta!", le dice el vendedor al dueño de la habitación cuando ha terminado de guardarlo todo. Y el dueño de la habitación abre la puerta temblando y dos naturales del país con aspecto de siniestros agentes de la Ley entran a echar un vistazo y dirigen unas palabras al vendedor en un idioma que, por supuesto, resulta ininteligible para los turistas. El vendedor mantiene con los falsos policías una breve conversación y luego se dirige al grupo de extranjeros: "¡No pasa nada! Les he dicho que estábamos hablando de organizarles para mañana una visita a la ciudad". Los supuestos policías se van y poco después el vendedor abandona también la habitación del hotel.
Y los turistas se quedan tan contentos de que no les hayan llevado a la cárcel por traficar con relojes, se muestran agradecidísimos a ese amable vendedor que se ha jugado su libertad para que ellos pudieran comprar la mercancía y miran embelesados sus relojes recién adquiridos. Por supuesto, esos relojes son una malísima imitación, que no vale ni la décima parte de lo que han pagado por ellos, y a los dos días están llenos de desconchones.
Observen ustedes que en este timo hay tres elementos fundamentales: la escenificación, la apelación emocional y la sensación de urgencia. Si a alguno de esos turistas le hubieran preguntado, antes de emprender el viaje, si estaría dispuesto a gastar su dinero en un surtido de relojes de pésima calidad, por muy baratos que se los dejaran, habrían dicho que no.
Pero basta con construir la escenificación apropiada - la misteriosa cita en la habitación de un hotel -, basta con apelar a sentimientos profundos - el miedo y la avaricia - y basta con introducir una sensación de urgencia - la Policía aporreando la puerta -, para que en las personas prime la respuesta emocional sobre la racional y terminen cayendo en la trampa. La escenificación prepara el ambiente, la apelación sentimental fija las bases de la reacción de las personas y la urgencia impide que esas personas dispongan del tiempo suficiente para pensar.
Si a los españoles nos hubieran preguntado hace algunas semanas: "En vista del estado de crisis económica, ¿estaría usted dispuesto a autorizar que se usara al Ejército para reprimir conflictos sociales, en contra de lo que marca la Constitución, y estaría usted dispuesto a que se suspendiera temporalmente la posibilidad de convocatoria de nuevas elecciones?", la respuesta hubiera sido un sonoro "no".
Y, sin embargo, ha bastado con construir la escenificación apropiada - el conflicto larvado de los controladores y su posible efecto en las vacaciones navideñas -, ha bastado con apelar a sentimientos profundos - la envidia hacia un colectivo bien pagado y la ira por las cancelaciones de vuelos - y ha bastado con introducir la necesaria sensación de urgencia - "¡Nuestro espacio aéreo está cerrado! ¡Hay que solucionarlo inmediatamente!" -, para que en los españoles haya primado la respuesta emocional sobre la racional y hayan terminado cayendo en la trampa.
Los mismos españoles que jamás hubieran consentido que nadie se saltara otra vez la Constitución para arrebatarles nuevas libertades, han terminado aplaudiendo con las orejas al Gobierno timador que se las arrebata.
Como les decía al principio, lo más sorprendente de los timos es que, a pesar de estar todos inventados, continúan funcionando una vez y otra.
A medida que la crisis financiera se vaya ahondando, y con ella la necesidad de nuevos recortes, y a medida que la legislatura se vaya acercando a su final, el Gobierno va a acelerar los acontecimientos, para tratar por todos los medios de que los españoles no dispongan de tiempo para pensar, lo que garantiza que reaccionen de forma emocional y sean, por tanto, manipulables.
Desconfíen ustedes de las apariencias, porque quienes nos gobiernan son expertos en construir escenificaciones.
Desconfíen ustedes de las apelaciones sentimentales y traten de decidir analizando sólo los argumentos racionales esgrimidos.
Y desconfíen, sobre todo, de quienes les planteen la necesidad de decidir precipitadamente. Pregúntense qué interés tienen quienes quieren obligarles a decidir a toda prisa.
La única defensa con la que ustedes cuentan para protegerse frente a quienes quieran manipularles desde el poder es la capacidad de reflexión. No renuncien a ella.
Ni dejen que se la roben con artificiales sensaciones de urgencia.

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