Estética
Los deportistas españoles y los diseñadores de las marcas especializadas en el deporte no tienen buen gusto. No pretendo que emulen al gran Cayetano Rivera Ordóñez, que el sábado pisó el albero de la Real Maestranza de Caballería de Ronda, el de Pedro Romero, el de su bisabuelo Cayetano y el de su abuelo, el inmenso Antonio Ordóñez, con un vestido de torear goyesco diseñado por Giorgio Armani. Un término medio es lo que reclamo. La Selección de España de fútbol –un gran partido y una esperanza real para el Mundial de Sudáfrica–, viste feo. Tanta Memoria Histórica y todavía no se han enterado los bandarras del ayer que ese azul eléctrico de los calzones de nuestros seleccionados rememora a la Falange. El equipo de España, antes de la Guerra Civil, vestía con camiseta roja y calzones y medias negras. Pero, en fin, cinco a cero a Bélgica y a otra cosa. Pasé la tarde-noche entre el fútbol y el tenis. Seguí el partido de Fernando Verdasco, un estupendo tenista intermitente, natural de Madrid. Ignoro quién le elige el vestuario, pero es de cadena perpetua. No se puede salir a una cancha de tenis con más densidad de horterez que este Fernando Verdasco, formidable tenista y un primer espada en cuestiones más románticas. Por favor, que haga una hoguera con la ropa y se busque una marca menos basta. El triunfo también se abraza a la estética.
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