La rogativa de la izquierda
Al colocar una placa de homenaje a los vencidos de la guerra civil en Rodiezmo, José Luis Rodríguez Zapatero quiso dotarse de un símbolo. Consciente de su nadería biográfica trató de construirse una personalidad política a partir de la reivindicación extemporánea y desmadrada de la terrible Segunda República. Una de sus primeras iniciativas políticas consistió en azuzar a desenterradores de fosas comunes de los tiempos de la guerra no tanto para dar justa y discreta satisfacción a los familiares sino para reavivar el rescoldo del odio. Los parientes de Federico García Lorca estuvieron siempre en contra de investigaciones semejantes. Paradójicamente, juristas que nunca sintieron escrúpulo alguno al aplicar la justicia franquista reclaman en su vejez una ley de memoria histórica. Insensibles a la necesidad de la memoria «colectiva» en los tiempos duros exigen ajustes de cuentas setenta años después.
Al colocar una placa de homenaje a los vencidos de la guerra civil en Rodiezmo, José Luis Rodríguez Zapatero quiso dotarse de un símbolo. Consciente de su nadería biográfica trató de construirse una personalidad política a partir de la reivindicación extemporánea y desmadrada de la terrible Segunda República. Una de sus primeras iniciativas políticas consistió en azuzar a desenterradores de fosas comunes de los tiempos de la guerra no tanto para dar justa y discreta satisfacción a los familiares sino para reavivar el rescoldo del odio. Los parientes de Federico García Lorca estuvieron siempre en contra de investigaciones semejantes. Paradójicamente, juristas que nunca sintieron escrúpulo alguno al aplicar la justicia franquista reclaman en su vejez una ley de memoria histórica. Insensibles a la necesidad de la memoria «colectiva» en los tiempos duros exigen ajustes de cuentas setenta años después.
Zapatero ha vuelto a su simbólico Rodiezmo que, en esta sexta edición, debería tener los efectos de un ungüento ideológico que nos salvara de los efectos de la crisis estructural de nuestro sistema económico y nuestra incapacidad creadora. ¿Qué sitio más apropiado que este lugar, reñido con cualquier tipo de modernidad y/o fuente de riqueza, para volver a las trasnochadas categorías de «pobres» y «ricos» que utilizaron como asunto narrativo César M. Arconada y Jesús López Pacheco en los años treinta y cincuenta respectivamente?
Rodríguez Zapatero, que consiguió el poder del partido por el simple mérito de no haber estado implicado en la corrupción generalizada del PSOE, y que llegó a conquistar la Moncloa por su utilización del odio como arma política («¡asesinos, asesinos!»), ha vuelto en rogativa a su particular y laico santuario de Rodiezmo. La clase obrera sigue creyendo en el paraíso. Necesita un milagro.
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