Noa, más allá del ruido
Acuciada por el antisemitismo feroz de sus bases, Iniciativa acabó haciendo con Noa un remedo político de La cena de los idiotas: invitar a alguien con el único propósito de tenderle una trampa para humillarle. En el backstage del parque de la Ciudadela, Noa calentaba la voz ayudada por su guitarrista, Gil Dor. Tiene unos rasgos y unos rizos como impresos en un ánfora encontrada en el fondo del mar que resumen dos mileniosmediterráneos. El vestido blanco hacía muy visible el embarazo de su tercer hijo, y la voz ya anunciaba talento aunque estuviera ensuciada por el tintineo de los vasos y los murmullos de los corrillos. Alrededor de Noa, estaban todos los rostros reconocibles de la política y la sociedad catalanas. Y aunque algunos llevaban la bandera palestina
en la solapa, reinaba un cierto sentimiento de culpa, como si el ambiente de boicot creado contra Noa fuera un pequeño Frankenstein que se hubiera vuelto contra sus creadores y las expectativas de la mañana no fueran las ideales para una casta empeñada en que el paroxismo patriótico de la Diada no pareciera, otro año más, un catalizador de odios. Por ello, a Noa pasaron a saludarla todos. Lo hizo Carod, que le regaló un pin de la bandera catalana. Lo hizo Laporta, «It’s an honor», que la invitó al Clásico contra el RealMadrid del próximo noviembre. E incluso
lo hizo, con un tizne hipócrita en las fórmulas sociales, algunos de los personajes culpables del injustísimo trato a que iba a ser sometida una artista que, entre otras cosas, encarna la voluntad de paz y la exigencia de los dos Estados como solución para el conflicto palestino–israelí. Y que desde luego tiene un pensamientomucho más sofisticado y liberado de maniqueísmos que el
de los fachitas de izquierda que le hicieron lamañana imposible y prolongaron en Barcelona la estrategia de acoso y achique de espacios con que se pretende anular cualquier salida al mundo de Israel, cualquier imagen que no sea la bélica. Un miembro de la organización aseguró que el boicot a Noa había constituido una sorpresa, pues la única polémica fue la inclusión en el programa de la palabra «española» por la suite de Albéniz. Aun así, el medio centenar de reventadores bramó y enarboló pañuelos palestinos en cuanto Noa asomó en el escenario acompañada por la Orquesta Árabe de Barcelona para interpretar con coraje El cant dels ocells. Y siguió haciéndolo cuando la israelí leyó en catalán una carta cargada de invitaciones a la concordia: sola y agredida la mujer, sin que la socorrieran en público con un solo gesto solidario los mismos que en privado consideraban un honor saludarla. Pese a la entereza, a la réplica de
su sonrisa, la algarada afectó aNoa. Tanto, que al regresar del escenario estuvo tentada de subirse a un taxi y desaparecer sin aguardar a la fotografía colectiva prevista para el final.
La artista se habría conformado con decir que el ruido complicabamucho «la concentración». La mujer implicada en su tiempo confesó que sintió agraviada a su nación: «Yo puedo ser crítica con mi país, porque para eso vivo en una democracia. Pero no por ello va a dejar de dolerme que lo insulten». Y que lo hagan, además, apologistas de una organización terrorista como Hamás. Durante el último conflicto en Gaza, el marido de Noa, el médico Asher Barack, fletó ambulancias para extraer a niños palestinos. Se lo impidió Hamás, porque, según Noa, a esa organización
le conviene más cultivar la imagen del victimismo, aunque sea a costa de su propio pueblo, porque en ella está basada toda la propaganda que nutre el antisemitismo en Europa: «Y lo que ha ocurrido hoy aquí demuestra que esa propaganda es eficaz». La víspera, Noa cenó con Serrat,
que logró sosegarla de la angustia que traía. Y de Serrat fue la primera llamada recibida después de que a Noa la humillaran los mismos que la invitaron a cantar.
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