La gripe Z
Si todo marcha conforme a lo previsto, si las autoridades sanitarias no meten la pata y los laboratorios farmacéuticos no pinchan en hueso, lo de la gripe A nos costará una pasta pero daremos esquinazo a la guadaña de la peste. Ojalá nada falle y ustedes que lo vean porque no queda otra que ver para creer cuando el menú del día es un potaje de tinieblas. Dicho lo cual, y dando por sentado que una amenaza biológica se ha de tomar en serio, es necesario precisar que los riesgos que conlleva son moquillo de pavo comparados con las devastadoras consecuencias que ha tenido, que tiene y que tendrá el inhumano azote de la gripe Z.
Si todo marcha conforme a lo previsto, si las autoridades sanitarias no meten la pata y los laboratorios farmacéuticos no pinchan en hueso, lo de la gripe A nos costará una pasta pero daremos esquinazo a la guadaña de la peste. Ojalá nada falle y ustedes que lo vean porque no queda otra que ver para creer cuando el menú del día es un potaje de tinieblas. Dicho lo cual, y dando por sentado que una amenaza biológica se ha de tomar en serio, es necesario precisar que los riesgos que conlleva son moquillo de pavo comparados con las devastadoras consecuencias que ha tenido, que tiene y que tendrá el inhumano azote de la gripe Z.
Bien es verdad que la influenza planetaria (la influenza, ¡ay Triniá!, no la influencia) parece un Apocalipsis «made-in-Hollywood» mientras la gripe Z, en cambio, no pasa de ser un bodrio doméstico. «¡Que no farte de ná...!». Aquí, en España, fieles a nuestra esencia, tendremos que luchar en ambos frentes y, al paso que vamos, entre cojos y rencos, iremos de cabeza al sumidero. Pese a que el virus Z no es mortal (o, al menos, no lo es «stricto sensu»), una vez que se le ha dado rienda suelta que le echen un galgo, tal es su virulencia. Cursa como una especie de úlcera mezquina, como un reuma anímico, como un apagón del intelecto que arruina las defensas de un país y le deja alelado y en barbecho. Es el producto de una arriscada mutación; es un miasma resistente; es un morbo voraz que desafía a las vacunas, a las mascarillas y a las cuarentenas. Es, en definitiva, lo que ocurre por abrirle la puerta a la irresponsabilidad suicida y a la charlatanería estéril.
Luego de más de un lustro de arrechuchos continuos y alifafes recurrentes, el tejido social está tan débil que se diría que no hay remedio ni remiendo. Y no lo habrá, sin duda, hasta que los enfermos arrumben los delirios masoquistas y se pongan a dieta de camelos. La cifra de afectados, mientras tanto, seguirá creciendo (hoy por hoy, se cuentan por millones y lo que te contaré, morena) al igual que los gastos en pócimas y afeites. El personal, no obstante, es tan sufrido y, en el fondo, tan crédulo, que todavía cree en un hechicero con ínfulas de médico. Sarna con gusto no pica, esa es la razón de que el virus prospere. En cuanto a los picajosos, que les den. Que les den en la botica lo de siempre: amenazas en cápsulas y silencio en grageas.
El caso es que al gobierno le vendría de perlas que la fantasmagoría arbórea de la pandemia A enmascarase el bosque de la endemia Z (la pandemia es global,¡ay Triniá!, y la endemia, casera). Bienaventurados sean los arrebatos de la fiebre si logran camuflar el subidón de los impuestos. ¿Y los parados qué? A la cama con ellos y se aminora el peligro de que el paro se mueva. Por no hablar de la caída del consumo, que cabría endosársela al bajonazo inapetente. Bromear con la salud es una patochada impía que, a la que te descuidas, naufraga en lo siniestro. El problema, no obstante, es que vivimos confinados en un chiste perpetuo en el que la risa floja es el envés del miedo.
Dentro de un par de meses sabremos a ciencia cierta si las desgracias se gradúan por orden alfabético. Lo malo -y aún será peor- es que el abecedario de la infamia en estas tristes parameras comienza por la Z. Sirva de ejemplo redundante la azotaina de la gripe Z. Española de ley, sin trampa ni cartón, fetén, inimitable, pata negra. La auténtica, no la de la Gran Guerra.
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