España es Daimiel
Dicen los expertos que la política de desecación de las Tablas de Daimiel ha sido tan suicida que ha llegado a perderse prácticamente toda esperanza de productividad. La vida es tan rala, ya, que han huido de ella hasta los pájaros que constituían la reserva final, el último vestigio de riqueza. Pero la revelación más preocupante, y desde luego sorprendente, no es la descripción de este proceso de muerte, tan obvio por otra parte, sino la otra forma que estaba tomando este y que resultaba prácticamente invisible a los ojos de los visitantes de las Tablas de Daimiel: me refiero al incendio oculto de la turba, a la combustión subterránea de esta. Los expertos han podido dar con la causa de las columnitas de humo que aparecían de forma inexplicable y ocasional en las inmensas llanadas. Eran el resultado de una combustión clandestina, la consecuencia del fuego interior, el suicidio de una tierra que se quiere a si misma definitivamente muerta.
Dicen los expertos que la política de desecación de las Tablas de Daimiel ha sido tan suicida que ha llegado a perderse prácticamente toda esperanza de productividad. La vida es tan rala, ya, que han huido de ella hasta los pájaros que constituían la reserva final, el último vestigio de riqueza. Pero la revelación más preocupante, y desde luego sorprendente, no es la descripción de este proceso de muerte, tan obvio por otra parte, sino la otra forma que estaba tomando este y que resultaba prácticamente invisible a los ojos de los visitantes de las Tablas de Daimiel: me refiero al incendio oculto de la turba, a la combustión subterránea de esta. Los expertos han podido dar con la causa de las columnitas de humo que aparecían de forma inexplicable y ocasional en las inmensas llanadas. Eran el resultado de una combustión clandestina, la consecuencia del fuego interior, el suicidio de una tierra que se quiere a si misma definitivamente muerta.
¿Exagero si digo que esta imagen de las Tablas de Daimiel, que este fuego autodestructor se corresponde con el proceso de la sociedad española empeñada en seguir ardiendo con el odio de la última guerra civil?
«Las guerras de nuestros antepasados», como las ha llamado mi querido Delibes, cuya perversión sigue inficionando la convivencia de los españoles en todos los campos.
Una hoguera de odios que llega a las relaciones laborales, a los programas educativos, a la definición misma de la Nación, a los mitos históricos y cuyas expresiones posiblemente más escandalosas sean la negación del idioma común y, en estos momentos, a la búsqueda desesperada del cadáver de Lorca como gran icono que tendría por objetivo la victoria de la II República. Al final de este proceso la vida española habra quedado tan rala como la de Las Tablas de Daimiel.
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