Los economistas y las cabras montesas
Son estos días muy delicados para nuestra economía. Todos los expertos, todas las organizaciones económicas internacionales señalan que nos encontramos dentro del grupo de países con peores posibilidades ante el futuro, salvo que actuemos con una sagacidad extraordinaria en nuestra política económica. Estamos, pues, en un momento en el que es preciso plantear esto del modo más acertado, comenzando con una elaboración presupuestaria adecuada para el ejercicio 2010. Y para orientar, en asunto tan delicado e importante, un buen economista, como es el actual Gobernador del Banco de España, con el respaldo de uno de los lugares donde se investiga mejor nuestra economía, como es el Servicio de Estudios de esa institución, ha comparecido el 6 de octubre de 2009 ante la Comisión de Presupuestos del Congreso.
Son estos días muy delicados para nuestra economía. Todos los expertos, todas las organizaciones económicas internacionales señalan que nos encontramos dentro del grupo de países con peores posibilidades ante el futuro, salvo que actuemos con una sagacidad extraordinaria en nuestra política económica. Estamos, pues, en un momento en el que es preciso plantear esto del modo más acertado, comenzando con una elaboración presupuestaria adecuada para el ejercicio 2010. Y para orientar, en asunto tan delicado e importante, un buen economista, como es el actual Gobernador del Banco de España, con el respaldo de uno de los lugares donde se investiga mejor nuestra economía, como es el Servicio de Estudios de esa institución, ha comparecido el 6 de octubre de 2009 ante la Comisión de Presupuestos del Congreso.
Envió a esta Comisión varios mensajes que no deben dejarse a un lado, si es que se quiere actuar con racionalidad. En primer lugar, pese a alguna buena noticia, que respecto a la situación económica mundial, la «incertidumbre sobre la evolución económica y financiera en los próximos trimestres continúa siendo elevada». Por eso habló que resultaba «particularmente importante huir de la complacencia y de un inoportuno exceso de optimismo que podría truncar el proceso» que ahora se observa en ella.
Lo severo de la situación española se planteó en este acertado diagnóstico, porque sin hacerlo, no cabe ofrecer remedios. Nuestra crisis es fruto de «la coincidencia de las poderosas tensiones contractivas externas con el ajuste interno pendiente tras una larga fase expansiva». Y para salir de ella señaló cinco senderos que deben caminarse simultáneamente.
El primero es lo deseable que sería «que el efecto de arrastre que la debilidad de la demanda nacional está teniendo sobre las importaciones, se vea reforzada con un fortalecimiento de la base exportadora, apoyado en la mejora de la competitividad de nuestras empresas». Nada, pues, de creer en el espejismo de que vamos mejor sólo porque el déficit ha disminuido algo y porque aumenta la productividad aparente del trabajo a causa del desempleo, porque ésta es mejora «difícilmente sostenible en el medio plazo».
El segundo, que «no parece factible aumentar la inversión pública en el año 2010, tras el intenso esfuerzo realizado en 2009». Un freno, pues, al gasto público en este sentido, lo que se liga con el deseo de un «recorte del gasto público, sobre todo el improductivo, tanto en consumo como en inversión», procurando que «los incrementos de la recaudación se destinen efectivamente a la reducción del déficit público y no a financiar posibles desplazamientos del gasto». Lo completó con lo esencial de que los «Entes Territoriales también se comprometan a la reducción del déficit mediante el cumplimiento de lo establecido en la Ley de Estabilidad Presupuestaria».
El tercero, tras ofrecer cifras alarmantes del aumento de los costes laborales, es que se evidencia «la persistencia de serias ineficiencias en el comportamiento de nuestro mercado laboral», y «resulta, por tanto, ineludible que se acometan con prontitud reformas de instituciones laborales que acerquen nuestras tasas de paro al resto de los países más desarrollados», con una «reorientación de las políticas de apoyo a los desempleados». Y estos tres caminos los completó Miguel Ángel Fernández Ordóñez con dos adicionales e insoslayables: mejoras en las necesidades educativas y consolidación de la solidez del sistema financiero.
¿Hay algo equivocado? Evidentemente, no. Pero todo esto ha levantado una polvareda impresionante, que ratifica algo que señaló así el gran maestro de los economistas, Pigou, en una conferencia, en la London School of Economics en 1934: «Como consecuencia de este estado de cosas, los economistas... son como alpinistas en una ladera empinada que tienen que afrontar continuamente, además de las dificultades naturales del ascenso, aludes desencadenados por los rebaños de cabras montesas que les acompañan".
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