¡CAMPEONES!!!!!!

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sábado, 24 de octubre de 2009

Tomás Cuesta

«Ningù diu res»

Entonces, el periodismo era otra cosa y los gacetilleros estivales que espigaban negritas en la Costa Brava (negritas, obviamente, tipográficas: «Honi soit qui mal y pense») debían cumplir el rito inexcusable de acudir al encuentro de Pujol cuando, ya casi vencido agosto, se instalaba en Queralbs, un diminuto enclave de la gigantomaquia pirenaica. Los representantes de la prensa vernácula acostumbraban a salir de marcha con el «Molt Honorable» y era digno de verse el entusiasmo con que seguían la pista al líder por riscos y quebradas. A los plumillas «de fora», sin embargo, en lugar de a las cumbres, les llevaba a lo llano.
- ¿Qué? ¿Cómo pintan las cosas en Madrid?
- Igual de mal que siempre, aunque, a decir verdad, empeorando: corruptelas, chanchullos, arbitrariedades...
- Quite, hombre, quite; déjese de monsergas. No le he pedido que me resuma los diarios.
Jordi Pujol, sentado en un sofá del chalecito cursi y mesocrático, hundía en su interlocutor aquella mirada hipnótica que titilaba bajo el tartamudeo de los párpados e iba directo al grano.
- ¿Es cierto que fulano es un mariposón de aúpa y que se tima en el despacho con un subsecretario? ¿Y qué me dice del lío de menganita con zutano? ¡Menudo disparate! «Endavant, jove, endavant»: cuente y no pare.
Al tribulete atribulado no le quedaba más remedio que ejercer de portera al sopetón si no quería perder por goleada. Dar pábulo al rumor, apuntalar los chismes, emparejar al pecador con el pecado. Si colaba, colaba. «Se non _ vero _ ben trovato». Hasta que, una vez saciada su curiosidad, el «President», en pleno arrebato ecuánime, reconocía que en todas partes cuecen habas.
- Mire usted, «a Catalunya passa el mateix, però, com que ningú diu res, tot queda a casa». Chitón y punto en boca. Nadie dice nada.
Hay anécdotas que son más elocuentes que las lucubraciones categóricas de los sociólogos de guardia. Y la del señor Pujol picoteando menudillos en el nido de águilas pone de manifiesto que, aunque el poder cambie de manos, el tejemaneje nunca cambia. «Ningù diu res». Desaparecido Eugenio (¿Saben aquel que «diu»?), la nueva generación de cómicos no sabe lo que «diu» y no «diu» lo que sabe. No obstante, también es cierto que, si están inspirados, exhiben un repertorio formidable. El chiste del «tres per cent» era la juerga padre. ¿Y el de la concha autóctona?¡Concha tu madre! Pero las carcajadas acaban naufragando en la rutina amnésica y el silencio sonámbulo hasta que la realidad obliga a contemplarse en el espejo a los que publicitan el espejismo del oasis.
En la cuna y solar del come y calla, la comidilla, ahora, es el asunto del Palau, esa olla podrida en la que el catalanismo de postín, amén de meter cuchara, ha mojado en la salsa. Hete aquí, que, de pronto, la sociedad civil -la burguesía dinámica y audaz, limpia de polvo y caspa- no ha movido un músculo mientras Millet y Cía arramblaban con el pisto y con la pasta. Lo de la pasta, al cabo, completa el bodegón de la España plural y desestructurada: chorizos, comadrejas, garduñas, butifarras... Mas lo del pisto, los honores, las distinciones, los halagos, es una broma inmunda o un trágala macabro.
¿Miopía? ¿Ingenuidad? ¿Desgana? «Ningù diu res». Nadie dice nada. ¿De qué sirve reivindicar la lengua si el problema es que se la comido el gato?

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