Martín Prieto

Funeraria para la vida

Un Ejército para la paz tiene el mismo sentido que una funeraria para la vida, pero el Gobierno español se ha empeñado en convertir a nuestras Fuerzas Armadas en una ONG para apagar incendios forestales, socorrer inválidos y poner orden público en diferentes regiones devastadas por guerras anteriores. Afganistán está en guerra desde Alejandro Magno y ya humilló al Ejército Rojo. Salir o entrar al aeropuerto de Kabul es un giro de sacacorchos disparando bengalas incendiarias para distraer a los misiles de los talibanes. El actual gobierno legal manipula la mayor producción mundial de heroína y el país está cuadriculado en kábilas. La consigna del contingente español enviado allí es no sufrir pérdidas. El General Stanley Mc Cartey, al frente del operativo aliado ya se quejó de que los españoles protegían a las columnas gubernamentales afganas pero al iniciarse el tiroteo tenían que acudir por aire los helicópteros estadounidenses y por tierra las tropas italianas que nos flanquean. Los españoles parecemos «boy scout». La Ministra de Defensa, Carme Chacón es socialista, catalanista, experta en Quebec y pacifista: Todo un conjuro para no verse metida en una guerra que no desea. Es una ministra que, obedeciendo a Rodríguez Zapatero, otro que tal, se defiende poco y piensa que la guerra consiste en instruir el paso de los reclutas. Lao Tse, Klauswitz, Liddel, Hart y otros clásicos han sido sometidos al reduccionismo zapateril hasta suprimir un Tercio de la Legión y crear una brigada para las calamidades. Eso sí: en la guerra de Afganistán no podemos tener más muertos. Aunque Zapatero ya levanta el culo al paso de la bandera de las barras y estrellas.