¡CAMPEONES!!!!!!

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miércoles, 13 de enero de 2010

Alfonso Ussía

El telenovelista

De ser venezolano, estaría sumido en la más profunda depresión. Una depresión ruborosa y humillante. Venezuela, esa bellísima nación sometida a las pamplinas de un botarate, es un prodigio. Un prodigio riquísimo y arruinado, devastado económicamente por la política de su lenguaraz mono aullador, mucho más interesante de encontrarlo en las cerradas selvas del Orinoco que en el sillón presidencial del Palacio de Miraflores. Venezuela, en sus paisajes, es insuperable. La selva, los llanos, la gran sabana, los tepuis, Canaima, el Salto del Ángel… y en su soterra, también privilegiada por su riqueza petrolífera. Pero está arruinada. La familia de Chávez no. Me refiero a la nación. Los venezolanos hacen cola en los comercios, y aquello se parece cada día que pasa más a un Estado comunista en el que sólo el entorno del Presidente –con el Presidente a la cabeza–, experimenta el gozo de la riqueza personal. Para paliar el desastre financiero de Venezuela, Chávez ha encontrado la fórmula. La producción de «telenovelas socialistas», como se hacen en Cuba.
Ha reconocido Chávez que se aficionó a las telenovelas durante su estancia en prisión como consecuencia de su intentona golpista en 1992. Es cierto que Venezuela, Colombia, México y Perú son los principales viveros de telenovelas del mundo. Las colombianas y peruanas con un precioso y correcto uso del español, por cierto. Tiene que ser muy tenaz en su majadería un aficionado a las telenovelas cuando las exige «socialistas». La telenovela americana es un género fundamentado en el amor y el lujo. No es una casualidad. El amor y el lujo permiten soñar a quienes viven en el desamor y la miseria, y esta última, los venezolanos de la última década la padecen con resignada consternación. Una telenovela socialista no la soporta una sociedad arruinada por un socialismo administrado por tahúres, demagogos y sinvergüenzas. La buena telenovela es una válvula de escape, una ilusión que se mantiene durante meses y que constituye el consuelo y único entretenimiento de centenares de miles de familias que escapan de la realidad gracias a la ficción. Y en la ficción viven lo que no tienen. Además, que una telenovela socialista tiene que ser aburridísima, con todos los tópicos, lugares comunes, cursilerías y falsos buenísimos de la mal llamada revolución. Hay que ser muy castrista para seguir con interés una telenovela cubana. Me contaba el ex Presidente Pastrana de Colombia, que a un viaje de Estado a La Habana se llevó a la actriz Rosa Margarita de Francisco, protagonista de una serie colombiana «Café con aroma de mujer», que se emitía en aquellos días en Cuba. Y me decía el Presidente que el éxito del viaje fue clamoroso gracias a la estupenda actriz, vitoreada y asediada en sus paseos por el Malecón, en tanto que a él nadie le hacía puñetero caso. Y aquello que entusiasmaba a los cubanos, era una telenovela de amor y lujo, nada socialista, como el género que pretende implantar Chávez en Venezuela, para que los suyos, además de arruinados, estén aburridos. Una telenovela socialista deja de ser una telenovela. No la seguirían ni los palestinos. Menudo pájaro.

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