Laura Campmany

Vamos a contar mentiras

Hoy, señores, les traigo buenas noticias. La Comunidad internacional ha decidido tomarse en serio los problemas del mundo y refundar las Naciones Unidas para que no sólo puedan intervenir rápida, eficaz y armónicamente en caso de conflicto o catástrofe devastadora, sino también desplegar sus esfuerzos a largo plazo en aquellos países que, por falta de estructuras o recursos, necesitan una ayuda perseverante para edificarse un futuro. Con tales perspectivas, quién necesita a los marines.

Arrastrado por esta marea de sensatez global, nuestro gobierno ha reconocido que las pensiones y todo el sistema público de subsidios peligran seriamente a causa de la crisis, y ha decidido, al fin, adoptar medidas de apoyo directo a las Pymes, reformar con criterios realistas la Ley de Extranjería, poniendo fin a sus múltiples incoherencias, modernizar el sistema judicial, armonizar a nivel estatal los sistemas educativo y sanitario, y congelar la presión fiscal mientras dure la recesión. Todo asombrosamente razonable.

En esta orgía de buenos propósitos, los bancos ya han declarado que no cobrarán comisiones por el envío de las donaciones humanitarias, y que devolverán espontáneamente las que por error ya han cobrado, y que abrirán el grifo de los préstamos. También el mundo académico está de enhorabuena.

Qué cañón de futuro: la palabra perfecta, la chuleta precisa. El que copia y recopia, algo se apropia. En fin, no sé si se me nota que fui ayer al estreno de «Vamos a contar mentiras», de Alfonso Paso, y se me ha contagiado algo más que la risa.