¡CAMPEONES!!!!!!

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jueves, 4 de febrero de 2010

Alfonso Ussía

El elogio

Una conversación privada no es comparable a una entrevista. El «hijoputa» de Esperanza Aguirre no merece ser buscado ni hallado. Los hay a centenares de miles, y más aún en la jerga coloquial. En España, el taco puede ser culto y hasta elogioso. La familia Real, desde Isabel II, es taquera y malhablada. Lo privado no puede interpretarse textualmente. Alfonso XIII contribuyó a elevar la categoría de la palabra malsonante a consideración oficial. Así su telegrama al general Fernández Silvestre: «Manuel, olé tus cojones». El «hijoputa» de Esperanza Aguirre puede ser cualquiera, e incluso, Esperanza ha podido emitir en privado su calificación en sentido admirativo. Hoy en día, no hay elogio más expresivo que el «de puta madre». «Ese tío es de puta madre», y el tío se queda encantado. Por ello, un tío de puta madre es lo mismo que un hijoputa, y no hay que buscarle tres pies al gato. Cuando el español necesita expresar su admiración por otra persona, acostumbra a recurrir al taco. «Qué bien juega al fútbol ese hijo de puta», o «cómo se expresa ese cabrón». No cabe generosidad mayor. Otra cosa es dotar al hijoputa o cabrón de una calidad o variedad específica. Un «maldito hijoputa» no contiene destino de simpatía. Ni el aumentativo «cabronazo». Fidel Castro lo usa con «mariconzón». Y la singularidad de la especie tampoco conlleva la intención del piropo. Le hablaba Antonio de Senillosa a Don Juan De Borbón de Santiago Carrillo. No recuerdo el origen de la conversación, pero a Don Juan no le interesaba en demasía el personaje. Y cambió el sentido de la charla de manera contundente. «¿Carrillo? Un cabrón con pintas». Cuando al cabrón se le añaden las pintas, poca defensa tiene.
Para mí, que no para otros, que uno de los grandes valores de Esperanza Aguirre es que habla a la patalallana. Lo hace como la gente de la calle, y no se anda con volutas metafóricas o figurativas. Otro de sus grandes valores es que ha sido y es una gran Presidenta de la Comunidad de Madrid, y eso también fastidia. En privado, con micrófonos en la cercanía o sin ellos, todo lo que se diga merece un respeto. Establecer comparaciones entre el «hijoputa» en privado de Esperanza Aguirre y la entrevista a doble página de Manuel Cobo en «El País» es de idiotas. Días atrás, en los pasillos de LA RAZÓN se produjo un hecho confuso. Mi humilde persona estaba citada con la del Presidente Mauricio Casals. Me acercaba hacia su despacho cuando oí que Mauricio le comentaba en privado a Joaquín Parera. «Hablamos después, porque a las doce viene a verme el jodido de Alfonso». Y me sentí muy reconfortado. Mucho mejor «el jodido» que el imbécil de Alfonso.
No interesa la identidad del «hijoputa». Los hay que apuntan a Cibeles, pero eso demuestra una carencia absoluta de originalidad. Y en el caso de que acierten, qué no habrá dicho en sus conversaciones privadas con Cobo el señor de Cibeles de Esperanza Aguirre. La señora Carter no había reparado en el micrófono, y un osado periodista le preguntó por su hijo Jimmy, que acababa de ser elegido Presidente de los Estados Unidos de América. Y respondió confidencialmente: «¿Mi hijo Jimmy? En casa no damos crédito a lo que ha pasado, porque de todos mis hijos, es el más tonto».
Y no pasó nada. Lo privado vuela. Lo público, se archiva y queda.

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