Higuaín
Higuaín me recuerda a Manfredo Balufré, más conocido por «Manfri» en mis años juveniles. Manfredo era guapo y tímido. Su padre tenía negocios en Venezuela, y allí pasaba «Manfri» las largas vacaciones de verano. En invierno, a Manfredo no le hacían, a pesar de ser guapo y tímido, ningún caso las mujeres. Porque se me ha olvidado decir que «Manfri» era un rollo patatero. Tenía menos conversación que una galleta «María». De cuando en cuando triunfaba, y esas victorias efímeras mantenían su decadente prestigio. Pero se iba a Venezuela y todas las féminas lo lamentaban. Lo valoraban cuando el Atlántico se ponía de por medio entre ellas y él.
Volvía a España y no se comía una rosca. De nuevo se marchaba, y todas melancólicas. Y retornaba en septiembre, y decepción general. No daba la talla. Para mí, que Higuaín se parece a Manfredo. No está mal, pero se habla de él más cuando no juega que cuando lo hace. Es inconstante y triste. La prensa lo echa de menos cuando está en el banquillo o reponiéndose de una lesión. Mete un gol y júbilo. Se le perdonan los fallos. Cae bien. Será guapo y tímido. Pero es un rollo. En ocasiones, juega y corre como si fuera un nenúfar rodeado por cisnes unánimes y rubenianos. Hay algo de cursilería en su fútbol.
En fin, tampoco vamos a ponernos así por bobadas. A mí, personalmente, me gusta más Benzema, pero Benzema no se parece a Manfredo y así le va. El Real Madrid ganó 0-3 en Jerez. Jugó diez minutos. Bastante hizo porque aquello era un patatal. Seguimos incordiando.
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