Ministerio de la carne
Nos hemos acostumbrado de tal modo a vivir en el esperpento político que el anuncio de que el Gobierno prepara un cambio en la sexualidad de las mujeres, como ha expuesto Sergio Alonso en LA RAZÓN, parece algo casi natural. En realidad, tanto la existencia del esperpento político como la indiferencia tienen explicación. Pascal decía que «hay quienes creen que el bien del hombre está en la carne y el mal en quien le impide el placer de los sentidos». Sin necesidad de llegar tan lejos, el núcleo conceptual del proyecto –lo de asegurar a las mujeres una sexualidad emancipada de la procreación y del erotismo, y cuestionar la «heterosexualidad como norma y con fines reproductivos»– viene de los años setenta. Nació en una franja marginal, elitista, del gran movimiento de renovación de costumbres que había empezado pocos años antes y tomó entonces velocidad de crucero. Recuerdo haber jugado con tópicos como los que exponen los ministerios de Trinidad Jiménez y Bibiana Aído hace treinta años, o más, y casi con las mismas palabras… para a continuación reírnos de ellos a carcajadas. No todo el mundo se reía, claro está. Aquello fue calando en centros de investigación, en medios universitarios y en medios de opinión. Hoy todo eso constituye la ortodoxia, lo que se debe pensar, lo que se piensa, de hecho, y la base de miles de carreras profesionales. La prueba viviente de esta evolución es Bibiana Aído. Lo que en su día fue un chiste ultraminoritario ha calado hasta el fondo de la sociedad para ser regurgitado desde ahí como norma dominante de comportamiento y proyecto político ministerial (algo así como Sade en la subsecretaría), por gente que tal vez no se da muy bien cuenta de lo que está diciendo, pero sabe muy bien contra quién se dirige cuando dice lo que dice. ¿Bastan el sentido común y la ironía para detener esta ola tan delirante como bien calculada?
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