¡CAMPEONES!!!!!!

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jueves, 18 de marzo de 2010

David Guistau

Pocoyó y la condesa

La matinal de ayer no ayudó a Rajoy a cultivar una dimensión propia más enérgica con la que neutralizar ese apodo que le han inventado para castigar el perfil bajo, meramente expectante, de su liderazgo: Mariano Pocoyó. El jefe de la oposición maneja sus tiempos y sus tonos con paciencia y contención, como si hubiera decidido que el ciclo de Zetapé se extinguirá solo, por combustión espontánea, y que si algo no conviene en lo que tarda en hacerlo es darle un pretexto para reanimar a sus desencantados votantes con el miedo a la derecha vocinglera, la casi gótica, la que querría incorporar a la flexibilización del despido una sierra mecánica como la de La matanza de Texas.

El tiempo determinará si esta estrategia es acertada. Pero, mientras tanto, a lo que se arriesga Rajoy es a ser arrollado por Esperanza Aguirre, que se apropia de todas las banderas dialécticas, arenga a las tropas, marca la agenda y agita al Gobierno de un modo que, por comparación, hace aún más irrelevante la poquedad voluntaria de la bancada popular. La rebelión del IVA concedió ayer al Ejecutivo una oportunidad de acusar al PP de ser un partido anti-sistema que no acata las leyes, y también una ruta de escape con la que esquivar las preguntas más punzantes de una sesión de control francamente ramplona. Lo primero es artero, y lo segundo, mañoso. Pero fueron tantas las veces que citaron a la presidenta de Madrid, tantas las respuestas que la asumieron como protagonista en ausencia, que se habría dicho que era Aguirre, y no Rajoy, quien lideraba la oposición parlamentaria. Rajoy apenas fue figuración, por más que tratara de hacerse notar al afear el empecinamiento con que Zetapé se esfuerza por «dañar a los españoles» agrediéndoles a sablazos.

La primera ráfaga contra Aguirre la disparó Ridao, de ERC, quien reclamó un extraño concepto patrimonialista de la palabra «rebelión» que impediría su uso «por condesas». Luego siguieron Zetapé, Salgado y hasta Caamaño, que pidió el comodín de Esperanza Aguirre, aunque no viniera a cuento, para eludir dar respuesta al intento de interferencia del presidente en un caso judicial, el que afecta a Baltasar Garzón. Por lo demás, Rubalcaba volvió a encontrarse con sus dos velociraptores, sus cobradores del frac morales: Cosidó y Gil Lázaro.

Con el primero se fajó a cuenta de los índices de criminalidad. Cuando se trabó con Gil Lázaro, Rubalcaba hubo de justificar el cargo en Caja Vital de García Hidalgo, presunto premio a la desmemoria en el caso Faisán. Como no tenía con qué responder, ¡ale-hop!, mencionó con un estilo críptico a Bárcenas como podría haber dado la alineación del Betis para llenar los dos minutos y medio sin mojarse.

Por último, la Cámara pudo haber contemplado la venganza de la Vice 1 contra Sáenz de Santamaría por el ninguneo. La relegó a los minutos de la basura de la sesión, e hizo que hablara para un Hemiciclo vacío: cuando lo hizo, el socialismo estaba de cafelito.

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