Ambigüedad ominosa
Esa izquierda abertzale, en la que el juez Garzón vio uno de los más perversos instrumentos de la banda terrorista cuando Aznar la perseguía con saña, para unos años después, ya con Zapatero embarcado en su fallido proceso de paz, descubrir en ella elementos de respetabilidad suficientes como para asegurar que «pretender criminalizarla» sería «ir en contra de la Constitución», es una entelequia voluntarista. Un ectoplasma sin más consistencia que la que se empeñan en darle quienes, como Jesús Eguiguren, abogan erre que erre por una «salida negociada». Es decir, algún tipo de cambalache que otorgue voz y voto a los asesinos a través de sus terminales políticas, conceda todo el protagonismo al ámbito de decisión vasco y reserve al Congreso de los Diputados, o sea, a España, la función de decir amén a lo que dispongan sus señorías en Vitoria, en Loyola, o donde tengan a bien reunirse para cocinar su bazofia.
La izquierda abertzale, interlocutora todavía hoy, a través de algunos de sus integrantes, de ciertos intermediarios contratados en su día por el Ejecutivo para engrasar el diálogo con ETA y nunca despedidos formalmente, no es un partido al uso, autónomo en su ideario, leal al sistema del que se nutre y sujeto a un liderazgo. Es un conglomerado de grupúsculos, sin más finalidad que la de servir de apoyo a los pistoleros, que abarca desde colectivos de apoyo as los presos hasta expertos en violencia callejera, pasando por medios de agitación y propaganda o tapaderas como la ilegalizada Batasuna y ese polo soberanista que ya suena con fuerza en ciertos ambientes y aspira a sustituirla en las próximas elecciones municipales, con el fin de que los terroristas se perpetúen en las instituciones.No hay ambigüedad que valga en Arnaldo Otegi ni tampoco en la llamada izquierda abertzale. Son pura y simplemente ETA. La misma ETA que ha asesinado al brigada de la Policía gala Jean Serge Nérin. Tentáculos de una misma banda criminal. Aquí no hay más ambigüedad que la de algunos distinguidos socialistas y la mayoría de los nacionalistas, que no quieren enterarse.
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