¡CAMPEONES!!!!!!

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martes, 30 de marzo de 2010

David Guistau

AL ABORDAJE

A qué avión se subiría usted

La última película de Polanski, 'El escritor', se sostiene sobre una intriga de espías y servicios secretos que no es sino un pretexto argumental: un 'mcguffin'. En lo que de verdad indaga sobre los escrúpulos morales de nuestra época, marcada por el atentado de Manhattan y la guerra contra el Terror, es en el retrato asfixiado, acorralado e incomprendido de un antiguo primer ministro británico al que es fácil identificar como un trasunto de Tony Blair. Un laborista dinámico y atractivo que fue el depositario de los anhelos de toda una generación liberal y terminó con el alma tan abrasada por el descenso a las tinieblas que afronta un juicio por crímenes de guerra y bebe whisky para templar el rencor de quien no asume los términos en los que entrará en la posteridad. No le queda sino el alivio de las memorias, que ni siquiera es capaz de escribir por sí mismo: ahí se hace necesario el escritor, el 'negro'. Vive doblemente encerrado: en una isla azotada por el viento, por la soledad de médanos, y en una casa en la que el cemento predomina lo suficiente como para darle un aire de último búnquer, de pudrirero en vida. Tanto en la casa como en la incomprensión por ser odiado es fácil ver una alegoría de otra condena a una mala posteridad, la de nuestro propio veterano de Azores, Aznar. Otro mascarón generacional que tiene el legado opacado por una concepción frontal de la defensa contra el integrismo para la que no estaba preparado este pueblo que atravesó los grandes conflictos del siglo XX en una posición gregaria, de dejación.

Habremos de considerar una pequeña anécdota morbosa que la película se haya estrenado cuando su director también padece encierro, en una cabaña de Gstaad, por un delito que le ha sido harto más consentido por la opinión pública y la solidaridad corporativa que el cometido por ese jefe de Gobierno que dio una interpretación cínica al axioma 'spengleriano' de que al cabo es un pelotón de Infantería -o un equipo de las Fuerzas Especiales- el que salva a la civilización occidental.

Cuando justifica el secuestro y tortura de terroristas en cárceles secretas, el 'ex-premier' Lang plantea una pregunta que contiene ella sola todas las disquisiciones entre seguridad y principios en las que aún andamos trabados: si hubiera que elegir entre embarcar en dos aviones, uno asegurado por los interrogadores de las cárceles secretas, el otro sometido a una seguridad rutinaria, respetuosa y dócil con el sospechoso, ¿en cuál meterían a sus hijos los que sostienen una pancarta airada delante de la casa?

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