Antonio Lucas

CABO SUELTO

Chicas de almanaque

Esta es época de grandes procesiones gestuales. La procesión del robo, la del asesinato, la de la estupidez, la del desnudo. Así vamos resolviendo la vida, entre un acontecimiento y una tiniebla. Las azafatas de la compañía Air Comet denuncian su desahucio laboral con un despelote de almanaque que va directamente contra el atropello inefable de Díaz Ferrán, ese stripper de la insolvencia que ha sustituido al personal laboral de sus empresas por un batallón de cobradores del frac. Otro éxito. La ocurrencia exhibe una gracia funcional por fuera y oculta una grave desesperación por dentro. Lo decía bien Claudio Rodríguez: "Si tan ricos/ de propaganda, de canción tan pobres".

"El desnudo antes era un acto de promoción y ahora lo es de desacato. Hemos evolucionado hacia atrás"

Estas chicas de alta gama son la escenografía del último piquete en activo contra la estafa y el mamoneo. Para esa floresta ha quedado la revolución laboral y el viejo Marx, cansado de tener razón. Ellas son también nosotros, aunque con mejor culo de demonio. El desnudo, que antes era un acto de promoción, ahora lo es de desacato. Ya ves. La cosa indica que hemos ido evolucionando hacia atrás, perdiendo baldosas, perdiendo bragas (quiero decir ideas) para ganar gestos. Faltaba Álvarez Cascos, impulsado por la fantasía unilateral de no sé qué marea humana, para posar también de Giocondo mientras trajina su regreso a la política con el claro encargo de incordiar a Rajoy -ese moái de la Isla de Pascua-, que es para lo que ha sido convocado y rescatado del ultramarinos donde despachaba cositas de arte. Este déjà vu huele a cloroformo.

Lo que mejor hemos aprendido desde que nos desviamos del mono es a desnudarnos. Y gesto tan natural y metódico se ha hecho antinatural por un calculado doping de pecado y simbología, superstición y culto. Nos han cambiado las cosas de sitio. El nudismo original se ha degradado a vicio y, aún peor, a una ingenua e ineficaz poética contra el agravio. Sin embargo, yo veo más obscena la sastrería moral de Matas (como la de Bárcenas, como la de Camps...) que la baraja al aire de nuestras auxiliares de vuelo. Ellas protestan como un domingo rojo con tetas, con más voluntad que eficacia, con mucha verdad y poco trapo. Su calendario quiere ser, esencialmente, un manifiesto, una revancha moderada con dos gotas de Chanel, como nuevas Marilyn sindicales. El paganismo ilustrativo de sus posados delata que cada vez es mayor el número de los que integramos el ideal agredido de una generación que algunos ya dan por cumplida.

Deberíamos asumir contra ellos el hallazgo de Beckett como un mantra: "Da igual. Prueba otra vez. Fracasa otra vez. Fracasa mejor". Y en pelotas, como las chicas del avión.