José Mª Marco

Foto mortal

En la foto (LA RAZÓN del jueves, Punto de Mira), aparece un grupo de unas veinte mujeres de pie, en el Senado. Casi todas son de edad avanzada y ninguna tiene aspecto de haber pasado hambre en su vida. Eso sí, van vestidas, o disfrazadas, de jóvenes, y adornadas de estampados y abalorios vistosos. Son gente ociosa, sin duda, y en cierto sentido libre: a nadie rinden cuentas de lo que hacen. Están exultantes, y sus gestos y sus muecas indican que celebran algo importante. Aplauden, se ríen a carcajadas, incluso hay una, al fondo, vestida de negro y con los huesos más marcados, que levanta las manos en un gesto entre obsceno y reivindicativo. En medio está la protagonista, Bibiana Aído, responsable de la ley que acaban de aprobar las senadoras socialistas, las mismas que la rodean, probablemente, y que hace del aborto un derecho. Eso es lo que celebran estas mujeres: el derecho a matar a sus hijos. Justo cuando las mujeres tienen a su disposición toda la información y todas las oportunidades imaginables para no quedarse embarazadas si no lo desean, estas mujeres festejan con palmas y carcajadas el derecho a matar. En el centro de la foto, Bibiana Aído destaca por su juventud. No aplaude, aunque se ríe. También parece feliz. No parece darse cuenta de que las demás han echado sobre ella, la más joven, la responsabilidad de un acto que ellas mismas… no supieron realizar. Dejémoslo así. En la foto se están resolviendo las frustraciones de una o varias generaciones del siglo pasado: Bibiana Aído es la víctima propiciatoria, el sujeto sacrificado, como los más de cien mil pequeños muertos al año, en un ritual que convierte a las mujeres en seres irresponsables, monstruosos. En la foto no hay muchos hombres, pero si nos fijamos, comprobamos que detrás de Bibiana Aído hay uno, el ministro de Justicia. Aído parece adelantarse, salir de él. ¿Será todo esto una pesadilla masculina?