Martín Prieto

La infamia papal

Todavía recolea la tesis que el Papa Pío XII colaboró con el nazismo e hizo oídos sordos a las jeremiadas judías. Aquel Papa pasó noches lúgubres intentando equilibrar la Iglesia católica sobre el filo cortante de la salvaje II Guerra Mundial. La Inquisición es un recurso algo gastado y se deben inventar embestidas nuevas como ésta que el cardenal Ratzinger pudo en algún momento amparar casos de pedofilia siendo obispo en Múnich. No soy un comehostias pero tampoco un comecuras.
En mi infancia estuve interno en un colegio religioso donde había un sacerdote que me rascaba rítmicamente los cojoncillos hasta que se me hincharon y lo puse en su lugar sagrado. Los sacerdotes son hombres sujetos a las leyes fisiológicas de su sexo por más que quieran sublimarlo. La grey eclesiástica no es una carretada de sicalípticos aunque tengan sus inevitables ovejas negras. Hace falta Graham Greene para relatar las caídas de un hombre que ha entregado su vida a Dios. Algo tan abominable como la pedofilia está inflada hasta extremos imposibles en la red y denunciar a la Iglesia y al Papa Benedicto XVI es una villanía de muy cortos pasos. Contubernio hay. Distintas progresías sólo saben avanzar intelectualmente difamando al Papado o a los astrónomos medievales. Hasta el director de cine Amenábar en «Ágora» presenta a los cristianos comiéndose a los paganos. Galileo tenía razón, pero dos siglos de Iglesia no la reducen a su anatema. Antes tuvo razón San Pablo. La nueva izquierda anticatólica es de chicharrón, grasienta y eructante. Hay argumentos teológicos para hacerle agrias objeciones al Papado y hasta a Dios. Pero el recurrente recordatorio de que una mínima parte del clero no sabe o no puede controlar sus gónadas es una imbecilidad. En Madrid, un ex heroinómano se ha proclamado Anticristo, lleva grabado el 666, el número de la Bestia, tiene feligresía y pronostica el fin del mundo para el año 2012. Ya lo decía Rafael «el Gallo»: «Hay gente pa’ tó».