¡CAMPEONES!!!!!!

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lunes, 19 de abril de 2010

Alfonso Ussía

El volcán

Sólo he estado en una ocasión en Islandia. En el grupo viajó también Jorge Berlanga, que quedó tan impresionado como yo. El aeropuerto, en Keflavik, huele a ballena. De ahí a Reijkyavik, una carretera civilizada entre paisajes quietos y pelados. Hondonadas en la tierra para refugiar a las ovejas de los vientos árticos. Ovejas con expresión de infinita melancolía. Las mujeres, bellísimas, pero necesitadas de un minuto más en el horno. El palacio residencial del presidente de Islandia –en aquellos días la presidenta Vigdis Finbogadottir–, mucho más modesto que el adosado de Belén Esteban. Vuelos de albatros y frailecillos. Las casas de colores vivísimos, para darle algo de vida a las miradas. Seguridad ciudadana total. Todavía se hablaba del último asesinato, perpetrado tres años atrás. Asistimos Jorge y quien escribe a la actuación de un coro compuesto por policías y bomberos. Inolvidable concierto, salpicado de humor islandés. Paraíso de los salmones. Decenas de miles de pescadores de todo el mundo se citan en los ríos de Islandia para practicar la pesca de verdad, fuente del mejor turismo. Tomábamos una copa en el bar del hotel y el camarero adivinó que éramos españoles.
–El lunes voy a Madrid a jugar contra el Atlético–. Pertenecía al equipo islandés que disputaba aquel año la Copa de Europa. Nos refirió las profesiones de los futbolistas. Había pescadores, camareros, un bombero, abogados y hasta un arquitecto. –Si perdemos por cinco goles lo consideramos como una victoria–. Mucho bacalao en las tiendas de comestibles. Bacalaos como armarios. Y nos llegamos en una excursión hasta la ladera del Eyjafallajokull, un volcán activo pero modesto. Lo que más me impresionó del Eyjafallajokull fue el nombre. Islandia, Iceland, la tierra del hielo. No he conocido nunca una nación tan ordenada, tan civilizada, tan pacífica y tan cara. Navega en el preártico en solitario, a miles de millas del norte de Escocia. Parece como si quisiera poner rumbo a Groenlandia, para ocuparla de manera civilizada. –Es lo que tiene Islandia, que no molesta a nadie. Sus habitantes son los auténticos Wiquingos, maestros de la buena educación y la cortesía. –De Islandia no puede salir nada malo–. Aquél fue mi vaticinio. Como todos mis vaticinios, una chorrada. Ahora se ha vengado de su aislamiento, de su soledad gélida, de su destino de olor a vísceras de ballena.
Islandia ha dejado de ser el enigma segregado de Europa. Millones de personas miran, al fin, hacia su escondite en el horizonte. Ya no es la gran olvidada, la tierra extraña que navega, el rumbo disparatado para alcanzarla. En nuestra analfabeta España, muchos sabrán que existe Islandia gracias a la nube de lava. Precisamente el Eyjafallajokull se ha desatado. Desde Inglaterra a Rusia, vuela la ceniza del volcán cabreado. Europa, que siempre ha considerado a Islandia como la hermana tonta, está sometida a su naturaleza. Los aeropuertos cerrados, la ceniza cubriendo los caminos de la Europa rica y poderosa, el caos instalado en los cielos de la vieja puta, y en Islandia, los aeropuertos abiertos, las nubes altas, y todos tan tranquilos. El Eyjafallajokull manda sus vómitos a los que no se lo tomaron en serio. La venganza de la educación ante la prepotencia. Islandia se ha convertido en la nación más poderosa de Europa. Nos está derrotando con cenizas.

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