¡CAMPEONES!!!!!!

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lunes, 19 de abril de 2010

José Mª Marco

El olvido de lo obvio

En algún momento, alguien debió de figurarse que en sociedades no represivas, abiertas a la práctica del sexo sin tabúes, la prostitución desaparecería sola. La argumentación parece lógica, y es posible que todavía haya quien la sostenga. Algunos países comunistas, en esta misma línea, decretaron la total libertad sexual y prohibieron la prostitución. Se sabe el resultado: una de las pocas industrias florecientes en Cuba, paraíso comunista por excelencia, es la prostitución. En los países no comunistas, la mayor permisividad sexual se acompañó hasta hace algún tiempo de una mayor tolerancia con la prostitución. Se trataba de regular la prostitución, considerada como una actividad laboral o comercial más. No lo es del todo, y lo que es difícil de regular en este caso es, además, la delincuencia que medra alrededor. Pero así como la permisividad no es una solución, tampoco la prohibición lo es. Ni acaba con la prostitución ni termina con la explotación y la violencia. Un experimento interesante es el de Suecia, que carga la represión sobre el cliente. Es discutible, pero parece estar dando resultados. En Madrid se ha abordado el problema como un asunto de derechos humanos, más que de desorden público. En otras ciudades españolas, por ejemplo en Calviá, en La Jonquera o en Lugo, la regulación está dando resultados. La acción de los municipios suple la falta de una legislación nacional, aunque se han dado pasos en este sentido, como el plan contra la trata de seres humanos, con resultados positivos. Aun así, es probable que este asunto se trate mejor en el nivel municipal. También es posible que estemos siendo poco ambiciosos. En el siglo XIX, los ingleses reaccionaron contra el alcoholismo y la prostitución mediante una ofensiva moral, lo que hoy llamamos con tono de superioridad el «puritanismo». El caso es que obtuvieron resultados y la Inglaterra puritana, tan denostada por hipócrita y represiva, frenó lo que parecía imparable. Sin que haya que descartar otras, quizá la forma más sencilla de enfrentarse a ciertos males como la prostitución sea, hoy como entonces, recuperar unos principios morales claros y sencillos. Llegar a un acuerdo sobre esos principios parece imposible. ¿Lo es de verdad?

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