¡CAMPEONES!!!!!!

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domingo, 25 de abril de 2010

David Guistau

AL ABORDAJE

Los caballos de Ladoga

A finales del 41, Curzio Malaparte viajó como cronista al frente de Finlandia. Para entonces, cumplida una condena en Italia, ya era un descreído que había descubierto que en Europa no había sino persecución para cualquier inteligencia que permaneciera, distante, en la tierra de nadie entre las dos ideologías totalitarias dominantes. La esperanza era Inglaterra, casi doblegada. En las trincheras, a Malaparte le hablaron de los caballos del lago Ladoga: caballos atrapados por el hielo durante una retirada soviética de los que sólo sobresalían las cabezas, congeladas. Era posible sentarse sobre una y fumar o leer una carta. La primavera liberó los cadáveres, y lo que se esparció entonces fue la insoportable fetidez de la podredumbre.

Nuestra historia reciente huele como los caballos del Ladoga, y la han sacado de esa forma de congelación que eran la enciclopedia y la fundación de una nueva época en la que ninguna inteligencia tuviera nada que temer por existir al margen de las viejas ideologías dominantes. Ya no es así. Las algaradas en torno a Garzón han completado el bucle, han avivado por cálculo electoral una reproducción a escala de aquella Europa -y de la sucursal española del 36- en la que sólo cabía elegir cuál de los dos horrores había de helarte el corazón. La simplificación es atroz: o estás con nosotros o eres un "peón de los verdugos", un fascista, una alimaña que carga con la culpa de generaciones. No es posible detectar semejante regresión -ni tal hipocresía histórica- en ninguna de las naciones en las que nos miramos como en un ejemplo. Ninguna de ellas, tampoco, permitiría que los asesinos de su pasado dictaran las lecciones morales de su presente.

En pleno 'revival' de la Guerra Civil, cuando Leire Pajín dice que el socialismo no tiene nada de qué arrepentirse, sin duda lo cree. Su memoria es corta y está inducida por la misma visión parcial que permite a la izquierda revisitar los años 30 para legitimarse. Se acomodan en el anacronismo porque desde ahí es fácil tejer un retrato colectivo maniqueo que no sólo conviene a las expectativas electorales de Zetapé. Sino que además sirve para aplastar con la imposición de una mala conciencia cualquier intento de advenimiento de una derecha liberal, laica, republicana, integrada en su tiempo, emancipada de complejos africanistas. A ésta, se trata de achicarle el espacio, de ahogarla en la cuna, para que cualquier inteligencia de entre bloques se sienta perseguida por una sospecha atenazadora: si les votas a ellos y no a nosotros, eres verdugo, fascista y alimaña. Lo que nos queda es anhelar Inglaterra mientras se esparce la fetidez de lo podrido.

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