¡CAMPEONES!!!!!!

¡CAMPEONES!!!!!!

lunes, 19 de abril de 2010

David Guistau

BARRA BRAVA

Prueba de vida

Lo más probable es que Arséne Wenger sólo pretendiera desanimar las apetencias de mudanza de Cesc Fábregas cuando despreció por poco competitiva la Liga española. En realidad, no dijo nada en lo que no hayamos reparado ya. Que en nuestro campeonato, como en la guerra del Peloponeso, sólo existe el dominio abrumador de dos equipos que riñen por la hegemonía al tiempo que irradian identidades diferentes: el Barcelona ático y el Real Madrid espartano. Pero Wenger es un entrenador de otro ámbito -un bárbaro de fuera de la Hélade-, y su frase enojó como si constituyera una agresión exterior.

Durante este fin de semana, de los dos partidos de los grandes, uno refutó a Wenger, y el otro le dio la razón. Le refutó el derbi de Barcelona, partido al cual el Barsa apenas sobrevivió, superado por un Español que recuperó la importancia de la determinación y jugó como si fuera la Resistencia en acciones de sabotaje: en vez de postes telegráficos, voló la circulación de la pelota fabricando para Xavi un microclima sin oxígeno. Le dio la razón el partido de Chamartín, donde se encontraron el segundo y el tercero, y sólo el baño de la primera parte, reparado en parte por el Valencia en la segunda, demuestra que entre ambos hay tanta diferencia como entre los retratos de Whitney Houston antes y después de las drogas.

El caso es que el Barcelona volvió a inyectar incertidumbre a una Liga que se antojaba resuelta por aplastamiento del rival en los duelos personales y a la que ahora tendrá que volver a dedicarse, pese a la dispersión de la Champions. Mientras que el Real Madrid de nuevo orea su reputación de indoblegable, consigue aplazar la sentencia como si le hubiera sonado el teléfono del gobernador. Con ello, posterga también el ejercicio de introspección al que obliga todo fracaso y se salva de un puñado de partidos vacíos de contenido a los que habría sobrevolado la amenaza de la pañolada. La perseverancia del Real Madrid, que viene siendo la coartada de dignidad que sostiene los últimos años de desbarajuste, sólo es comparable a la del Coyote en su eterna persecución del Correcaminos. Se podría decir de ella lo mismo que de las Ligas ganadas por el Madrí de Ramón Calderón: no hay que confundirla con síntomas de que el equipo está bien construido, de que la fórmula institucional no admite correcciones ni de que responde a una hazaña de largo aliento. Pero, al menos, manifiesta que los jugadores no se rinden y que el campeonato apurará aún unas cuantas jornadas vibrantes de suspense inesperado, con ese sabor viejo que confieren a la Liga las veladas de ver un partido con un transistor pegado a la oreja. Ya que, de momento, no existe un tercer equipo capaz de abrir las candidaturas, al menos podemos acostumbrarnos a estos finales apretados que en los últimos años están consagrando el Barcelona y el Real Madrid. Como el del Tamudazo. Así las cosas, ahora se antoja un error desestabilizador que Cristiano haya contribuido a deshinchar la autoridad de su propio entrenador interviniendo en las especulaciones de futuro sobre Mourinho.

Pellegrini siempre estuvo desautorizado por el palco y por el periodismo. Hubo que sobreponerse, desde la primera semana de competición, a una posición precaria que gestionó con templanza mientras cada una de sus decisiones era presentada como una prueba de cargo. No le aliviaron la presión ni siquiera cuando fue obvio que el problema mayor del Real Madrid esta temporada, además de la mala confección de la plantilla, en la que no se le dio la oportunidad de intervenir, fue el fracaso sin matices de dos de los tres grandes fichajes: Benzemá y, sobre todo, Kaká, quien hoy por hoy no parece capaz ni de enfrentarse al examen del público y por ello permanece refugiado en una lesión como en un burladero. Pero creíamos que al menos Pellegrini tenía la complicidad del vestuario: Cristiano la ha roto, el chileno está aún más solo.

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