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martes, 27 de abril de 2010

Federico Jimenez losantos

No al velo islamista, sí a la libertad

Hay varios equívocos que conviene aclarar cuando se habla del velo islamista y el primero es que es precisamente eso, islamista, no simplemente islámico. El sentido religioso, político y social del velo no es una reminiscencia o una tradición de sociedades tradicionalmente islámicas sino una reivindicación islamista, no es un acto de libertad individual sino un reto colectivo, no es un uso de las libertades occidentales sino una forma de aprovecharlas para subvertirlas y liquidarlas. Y si no se entiende esto, que está clarísimo, será difícil aclararnos en todo lo demás.
Por supuesto, el Gobierno de ZP usa al Islam para devaluar la posición del catolicismo, pero sería un error fatal para el catolicismo –sea la jerarquía o los fieles quienes así lo crean– identificarse con el islamismo como si en ambos casos se estuviera defendiendo la libertad de conciencia o incluso la libertad de religión. No hay tal libertad donde impera el Islam. Un católico puede serlo o no serlo, puede dejar de serlo y nadie lo persigue. En una sociedad islámica está prohibido, so pena de muerte, dejar el Islam. ¿Cuántos datos, cuántos hechos necesitan los católicos para entender que el islamismo y el catolicismo son incompatibles, no ya como dogma religioso o Revelación sino, lo que más importa a todos, como simple civilización?
Disparate mayúsculo es tomar un reglamento interno de un instituto de Segunda Enseñanza como algo que debe subordinarse nada menos que a la Constitución. Lo que establece claramente la Constitución es que una persona no puede ser discriminada por razón de sexo, y las mujeres bajo el islamismo lo están. ¿Que también subvierte Aída tal precepto con la maldita Ley de Igualdad? Pues eso será para echar a Aída, no para admitir la discriminación sexual, atroz, implacable y creciente en el islamismo contra las mujeres. ¿Qué libertad tiene la niña del disputado velo ante su padre, que es algo así como imán de Pozuelo? La misma que concede a las demás mujeres: limitada, escasa e incompatible con la libertad occidental. ¿Cómo se nos quiere colar como libertad de conciencia lo que no es sino negación de esa libertad, cómo hay quien no ve que el pañuelo no es nada privado sino un alarde público, que por añadidura busca el enfrentamiento entre una sociedad de infieles, la nuestra, con otra sumisa a las leyes de Mahoma, a la larga –y a la corta- incompatible con nuestra supervivencia?
Si el pañuelo islámico fuera un capricho privado, ni el imán ni la criatura buscarían que les echaran del Instituto por vulnerar su reglamento interno. Y si corren ese riesgo es porque estamos ante una operación de propaganda liberticida y no ante un ejercicio de libertad individual. Que los islamistas reciban el apoyo del PSOE es, dada la degeneración política de la Izquierda europea, lamentable pero normal. Que algunos católicos y encima liberales parezcan coincidir con los islamistas y nada menos que en nombre de la libertad y de la lucha contra el PSOE es uno de esos disparates reservados para sociedades desnortadas o en quiebra. La española, sin ir más lejos.

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