Florentino Portero

La otra campaña

Las elecciones británicas se han convertido en un espectáculo capaz de tapar otros procesos semejantes y no menos importantes, como el húngaro o el norteamericano. Las diferencias y similitudes con nuestra triste realidad así como la calidad de los debates han generado un imprevisto interés entre los españoles. Sin embargo no conviene perder de vista lo que está ocurriendo en Washington, donde la campaña electoral ya ha comenzado.
Uno de los pilares de cualquier estrategia es la velocidad. Si de verdad sabemos lo que queremos, actuar antes y más rápido puede desconcertar al rival, hasta el punto de modificar el campo de batalla, convirtiendo lo que eran posiciones de ventaja en inconvenientes.
Obama tiene a la mayor parte de la población en su contra, por el aumento del gasto público y por la injerencia de la Administración Federal en sus vidas y haciendas, pero el Partido Republicano no ha tenido tiempo para rehacerse y ofrecer una alternativa que recoja esas inquietudes. Más aún, es poco probable que eso ocurra hasta bien comenzada la campaña electoral.
Obama necesita aprovechar esta circunstancia para establecer los términos del debate en su beneficio, levantando cortafuegos ideológicos que contengan la riada de votos en su contra. Cuenta para ello con dos ventajas: sabe comunicar y no tiene miedo a entablar una batalla de ideas.
Mientras Cameron se complica la vida al no querer asumir riesgos y entrar en el fondo de los debates clave, Obama trata de rescatar a su partido de la debacle golpeando primero, llevando a la oposición a sus terrenos y buscando el cuerpo a cuerpo. Si los republicanos no reaccionan pronto pueden encontrarse con unos resultados peores de lo esperado, lo que permitiría a Obama afrontar las presidenciales con menor presión y en una situación económica más favorable.