¡CAMPEONES!!!!!!

¡CAMPEONES!!!!!!

domingo, 11 de abril de 2010

Jon Juaristi

Blancanitos

Érase una vez un ministerio lleno de brujas piradas. Por supuesto, se trata de un cuento, nada que ver con la realidad. En un país de fábula había un gobierno presidido por un elfo cretino. Otro ejemplo tomado de la más rigurosa fantasía, que a lo mejor resulta tan útil como el anterior para ir preparando una colección de relatos infantiles no sexistas, en sustitución de las historias de Blancanieves, Caperucita Roja y la Bella Durmiente, textos responsables, según la ministra Aído, de la propensión de generaciones y generaciones de machos ibéricos a la violencia de género (o a la pedofilia, si optaban por el celibato).
En efecto, los cuentos que nos contaban nuestras abuelas incitaban al crimen sexual, y eso en el mejor de los casos, porque era más frecuente que te hundieran en la alienación religiosa. Por ejemplo, el de Blancanieves encubría una alegoría del alma pura que, acechada por el Maligno, caía en poder de los Siete Vicios Capitales, mordía la manzana del Pecado y permanecía muerta hasta la llegada de la Gracia Divina en forma de príncipe azulino. Qué diremos del de la Bella Durmiente, transparente referencia falangista a la España sumida en la modorra y en la abulia, que espera ser despertada por algún héroe masculino y asimismo Azul mahón. En cuanto al de Caperucita Roja, alguna controversia hay entre los psicoanalistas. Unos identifican la caperuza como un símbolo fálico; otros sostienen que el color rojo alude a la menorrea. Una guarrada misógina, se mire por donde se mire. Y de Pulgarcito, ya el nombre lo dice todo.
O sea, que no sorprende que los españoles/españolas de antes de Bibiana saliéramos tan tarados/taradas. Hubo, sin embargo, algunas excepciones. Pocas, por desgracia. A mi madre, de niña, su anciana tía Hortensia, sufragista, la dormía con una versión heterodoxa de uno de esos engendros que ahora va a proscribir de colegios y guarderías la ínclita Miembra. En el cuento de Blancanitos y las Siete Enanieves, el protagonista, huyendo de su padrastro, que pretende matricularle en una carrera arquetípicamente varonil, Caminos o Montes, es acogido por siete enanitas diplomadas en Puericultura, las cuales, en abierta rebelión contra el estado de cosas, han emigrado a lo más profundo del bosque, donde explotan en arriendo una mina de talco. Mientras ellas trabajan todo el día en pozos y canteras con picos, barrenos y martillos neumáticos, cantando lo de Santa Bárbara bendita, Blancanitos da rienda suelta a su natural inclinación doméstica, pasa la aspiradora, pone la cena para las chicas, lava sus ropas de faena y les prepara con mimo los bocatas de calamares para la jornada siguiente. Pero, a causa del polvo -de talco, bien entendu- que en suspensión impregna el ambiente, Blancanitos agarra una silicosis y la diña en un par de meses. También aquí habría material aprovechable para una educación en valores, obrera y socialista.
La única duda que me queda es si se advierte alguna diferencia entre la propuesta ministerial y las chorradas edificantes y dulzonas que pasan hoy como cuentos aptos para niños de primaria y niveles inferiores. Por si acaso, al mío lo he criado, desde que comenzó a balbucear, con lecturas macabras y violentas de la Biblia y de los hermanos Grimm. Sé que me la estoy buscando, pero añadiré que vemos juntos, cada fin de semana, una peli de John Ford o de Clint Eastwood, y que, mientras pueda, seguiré maleándolo en la honorable ética del guerrero. Prefiero que salga un poco facha, como John Wayne, a que, con el pretexto de la igualdad de géneros, me lo conviertan en otro Blancanitos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario