¡CAMPEONES!!!!!!

¡CAMPEONES!!!!!!

martes, 13 de abril de 2010

José María Marco

El Papa del pluralismo

Uno de los elementos más característicos de nuestro tiempo es la inexistencia de un consenso moral, o ético, en el que estemos comprometidos todos. La quiebra ocurrió en los años sesenta y setenta cuando, por circunstancias que aún hoy nos resultan difíciles de entender, todo lo que antes era compartido se hundió. Desde entonces, la disensión ha ido creciendo, y lo que en un momento determinado pareció afectar sólo (¡sólo!) a determinadas cuestiones, como eran la familia, la lealtad a la nación propia, o la cuestión religiosa, ha alcanzado ahora hasta los últimos campos de la sociedad y del propio ser humano, incluida la vida, que ha dejado de ser un derecho absoluto. Mucho antes de ser Benedicto XVI, Joseph Ratzinger vivió esta crisis en primera persona, y de hecho participó en el Concilio Vaticano II, cuando la Iglesia católica se enfrentó, antes incluso de que empezaran los síntomas más llamativos, a la nueva situación. Desde entonces, una de las posibles claves para la comprensión de la obra y la acción de Benedicto XVI es la voluntad de recrear un consenso moral que tenga en cuenta esa crisis.
Habrá quien hable –de buena fe, y en algunos casos como creyente católico– de restauración, y que considere esta restauración como algo innecesario –porque no es esa la función primera, ni siquiera la fundamental, de la Iglesia católica–, e incluso peligrosa, porque coloca al catolicismo en un campo de acción lindante con lo político y metido de pleno en cuestiones de comportamiento, por ejemplo las referidas al comportamiento sexual o a las preferencias en este campo, que no son las suyas.
Esta crítica es importante y debe ser tenida en cuenta. Ahora bien, también es cierto que Benedicto XVI afronta la reivindicación del consenso moral desde la consideración del pluralismo. Así lo demuestra, entre otros muchos, un gesto tan notable como el de la toma en consideración de la laicidad. Esta consideración realista y positiva del pluralismo no lleva, sin embargo, a una relativización del mensaje católico, ni siquiera en cuanto a la proyección evangelizadora de la Iglesia. El Dios cristiano, ha repetido siempre Benedicto XVI, es único, uno para todos y universal por naturaleza. Encontramos así, en el núcleo mismo de su pensamiento, la presencia de un mensaje fuerte, compatible con una comprensión moderna y afirmativa del pluralismo en el que vivimos.
Aquí reside la parte más polémica de la obra de Benedicto XVI. Para quienes, mucho más allá de la crítica antes aludida, exaltan la falta de vínculos y el puro subjetivismo o la arbitrariedad moral, sería más fácil bregar con un Papa que fulminara con exclusiones doctrinales y morales. Es mucho más difícil, en cambio, hacerlo con quien proclama al mismo tiempo la necesidad de Dios en la naturaleza humana, su presencia en la vida pública, y la disposición de la Iglesia a fundamentar mediante el diálogo un nuevo consenso que tenga en cuenta esta realidad humana y la realidad actual del pluralismo. Eso sí que es escandaloso.

No hay comentarios:

Publicar un comentario